Catálogo de miserias...



Entre ires y venires, cada vez que sucede más me doy cuenta. Claro, es un entrenamiento duro, es cierto, pero en la medida que fue pasando el tiempo, más comprendí cuánta agua pasó por debajo, cuánto ya no necesito, cómo me voy dando cuenta de tretas, de pruebas forzadas que te pone la gente, de cada uno de los juegos mentales de la gente que está dolida o dañada, y de cómo uno puede llegar a ser objeto de ello, no porque seas tú ni se trate de ti sino solo porque estábas ahí en lugar, día y hora equivocados. Y a mi, me gusta tanto doblarle la mano a todo aquello.
Contrbuir a las corroboraciones es una secuencia permanente de prueba y error, nada queda al azar, y tras la ocurrencia de ciertos hechos demostrativos (pues las acciones siempre son mucho más decidoras que las palabras utilizadas) voy advirtiendo el dinamismo de la realidad, más todo su abanico de posibilidades, ilustrando en.carne viva cuestiones que antes ni siquiera imaginaba que la gente necesitaba hacer para dar a entender sus frustraciones y dolores enquistados. Y en este sentido, agradezco mucho no ser parte de esa forma de resolución y tan alejada de la forma más dura de dolor, porque eso si que corroe el.espíritu.
Asistir una y otra vez al acto de conectar y desconectar, me dejó agotadísima. Una y otra vez asumí —mucho por cándida a pesar de los años que tengo— cuestiones que solo yo podía veer o leer, y que me llevo a mi viaje de independencia emocional, para utilizar cada vez que sea necesario recordar qué cosas no necesito más. Y sobre el particular: mendigar.
Aprendí mucho recorriendo este catálogo de miserias, entendí mecánicas, procedimientos y procesos degenerativos de gente muy enferma, muy dañada y en cierta forma, fue lapidario, pero en otra bien precisa, liberador entender mi distancia personal de todos esos destructivos lugares comune. Pues me dí cuenta que me surto bien de cariño cuando la paso conmigo misma.
Esta tarde, mi última dosis de tolerancia tinderiana decidí obsequiársela a Rafael, básicamente por su noble gesto de ser la mar de plano, no ambiguo ni contradictorio, y sujeto tan entusiasmado con el hacer, que juro me sacó buenas carcajadas... Agradezco su último mensaje, que fue como: no puedo colocarte en ninguna categoría, porque ni prestas el poto, ni tampoco puedo domesticarte a mi antojo!!!! En verdad, con ese grado de magister, me doy por absolutamente, pagada. Afortunada, en.lo ancho me siento, de ver, pero de ver taaan nítido, tan nítido que al fin la carencia no impone sacrificios arbitrarios, sino la dignidad de ser mujer supera cualquier carencia física o emocional, tanto, que ya no hace falta permanecer inundada detanta mierda.
Creo, con amplio bagaje de experiencias reveladoras, que ahora sí me siento preparada para caminar nuevamente entremedio de todos los animales de la jungla, por más grotescos que sean, por más enrevesados que hayan vuelto a causa de los zarpazos que recibieren en sus propios procesos de sobrevivencia.  A la larga, cada uno sabe cuánto.se llevó la traición, cuánto le quitó el dolor y si decide o no quedarse a masticar la miseria o se envalentona a meterle mano a la vida, agarrarla por los cojones e impedir que te obligue a perdértela, a morirte en ella sin acariciarla.

Comentarios