Click!!!!



A la Rina y a mi, nos encantaba sapear las casas... Pero no era un sapeo envidioso. Se trataba de una evocación, algo así como figurarnos un pedacito de la vida detrás de esas luminosas paredes contempladas desde afuera. Nos fijábamos en «los pequeños detalles»; las girnaldas de colores, los banderines budistas, las cesteras con peonías o girasoles... las terracitas tan mononas, las ceremonias y rituales a veces captados en instantes exactos; un beso a contraluz, una caricia entre las sombras chinas casuales, un perro taciturno ladrándole a la luna, un gato equilibrista sufeando su naturaleza elástica..... Nos gustaba tanto hacernos a la idea que un.buen día, aquellas vidrieras luminosas sería nuestra morada. La de ella. La mía.
Después de una década de aquella alianza mítica, repito el ritual en solitario: parto desde Pedro de Valdivia y voy sorteando cada uno de los edificios con peculiares características, se ha ido total compañía de la luz y me aventuro por algunas calles sin farolas, desnudas de gente odiosa, interrupidas solo por ladridos de mascotas domesticadas comunicándose las buenas nuevas de la jornada. ¡Ja! Un gato negro atraviesa Hernán Cortés a toda carrera, y un quiltro le persigue de cerca al que increpo por aguafiestas...
Continúo hacia el sur, sin entrecortar la panorámica. Esta vez se me ha antojado caminar en línea recta, absorberme por mi toc, no llevarle la contra, aprovechar la. Uena racha de escaces de ciclistas, de la maravilla de un Santiago desocupado cuyo testigo más potente se vuelca en silbido suavecito del viento, helándose hacia el llamado del invierno. Para mi, la mejor temporada del año.
Con la Rina paseábamos un montón. A veces, salíamos de casa al y al anochecer, nos quitábamos los zapatos casi una cuadra antes de arrivar a casa. Era genial, era realmente espectacular. Ella tenía la costumbre de adornar todo, y que yo recuerde, era la única que poseía capacidad para un oficio como ese: A mi me es imposible adornar lo que con evidencia es lo que es y no más que aquello que por naturaleza, se encuentra condenado a ser. Un clásico ejemplo: pan tostado. Siempre lo cortaba de diferentes maneras. Le colocaba gotitas de mermelada de manera tal que apareciese una caricatura, un refrán, un pensamiento medio reflexivo. A vece, la extraño un montón.
La última vez que me despedí de ella, sabía perfectamente que sería difícil volver a frecuentarse. Por eso, cuando salí del edificio, casi instintivamente miré hacia arriba, hacia el conjunto de ventanas que formaban su balcón y era exacato como lo figuré en mi pensamiento, en los flashes que me llegaron años antes de cómo sería su postal. Y fue bonito asistir a ese click. Porque dar click en el aire igual como lo hacía Cristine Dunst en Elizabethtown, seguía siendo mi parte favorita de todas las caminatas; dar click imaginario afuera de su casa para jamás borrar ese momento de mi mente..... como continúo haciéndolo ahora, pero sola, sin partner de feriados, pero con la sensación de que nunca estoy sola. Siempre toda esa gente sigue en mi corazón.

Comentarios