COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: Confiar de nuevo. D.D.OLMEDO. Viernes 25/05/2018



De infante, era super preguntona: ¿Por qué no me dejan jugar con ustedes? ¿Por qué me ven tan raro? ¿Por qué no puedo usar zapatos amarillos? ¿Cuál es el verdadero problema con mis pecas? ¿Por qué debo cambiarme los zapatos? ¿Por qué no puedo llevar los mismo hasta hacerme de un hoyo en ellos? ¿Por qué la gente miente? ¿Por qué la gente necesita mentirse? ¿Por qué tenemos plazo cierto de caducidad pero bajo condición suspensiva de no conocer el momento exacto? ¿Por qué algunas personas creen que eres feo? ¿Por qué todo el mundo vitorea al que es excesivamente delgado? ¿Por qué hay que ser universitarios? ¿Por qué la gente teme tanto a que lo reconozcan? ¿Por qué tememos ser invisibilizados? ¿Por qué hay gente tan absurda? ¿De dónde provienen las diferencias? ¿Por qué existe el odio, la venganza, el resentimiento, el engaño, la traición? ¿Por qué crecemos para atestiguar tanta levedad, tanta relativización, tanto cántito sobre ser cool, pop?
De pequeña podía pasarme ratos largos pensando qué quería preguntarle a mi abuelo y cómo era la manera correcta de hacerlo ya que le cargaba la estupidez: «Cuando vayas a la universidad, jamás se te ocurra levantar la mano para preguntar pelotudeces; eso lo hace la gente ignorante, la gente que solo pretende captar la atención de muy pobres maneras... Tú, no lo hagas. Si has de preguntar, esfuérzate en pensar si hace falta, además de ser diligente en la forma de hacerlo...» Y puede que eso haya impactado tanto mi vida, que a veces no pregunto por temor a ser tildada de estupida o de mediocre.
Pero, él tenía sus razones. Mi abuelo era diferente. Gustaba de carpintear, y lo hacía con supremo talento, pacífico, metódico, prolijo rayando en lo obseso... cada pieza que salía de su mano coronaba un proceso extendido de profundos y surreales silencios, eternos, sordos en proundidad. Yo aprendí a cultivar esa manía pues disfruto mucho del tiempo a solas y en silencio, leyendo, caminando, escribiendo, dotando de elementos  bien buscados para hacerme grato ese espacio bien ganado. Puede que en el presente no me pregunte cargantemente todaa aquellas cosas pesadas de la niñez o de la adolescencia, pero sí el recuento alumbra otras, incluso más duras y de respuestas quizá inabordables, como por ejemplo: ¿Qué manía hay en el da y quita? ¿Qué saldo favorable obtienes de la irregularidad? ¿Qué tanto se fragua en los perfiles ambiguos? ¿Por qué algunos hombres van por la vida premunidos de manual de instrucciones? Y así, un enorme listado que parece acrecentarse con el tiempo.
Confieso haber conocido a un hombre lindo. No sé catalogarlo a más de haberme ofrecido expresamente a no imponernos odiosas etiquetas. En apariencia es un mateo y un ñoño retórico, un miedoso y al mismo tiempo, un displicente raro. Tiene algunos talentos, pero no merece aún le sean revelados, pues todo hombre que usa Ig, me hace lamentar cualquier dosis de paciencia. Lo que sí, me obligó a levantarme y coger el código civil, revisar algunas viejas anotaciones, entenderme con las estructuras leguleyas que tanto detesto. Y no lo encontré tan malo, porque eso es lo que finalmente me alimenta; buscar árbolitos que den sombra, seres a quienes admirar, personas que pueden tener la valebtía de decirte: oye, te repruebo!!!  Y avanzar sobre la charla con cierto ánimo de respeto. Y de curiosidad.
Sé poquito de este morenazo antofagastino (ven que la vida es muy culia????), pero lo más fantástico, es que no tengo ni una pizca de mala onda hacia él por las malditas coincidencias. De hecho, a ratos hasta se me olvida. Increíble!! ¿No? Y a propósito de una sola pregunta sobre regímenes patrimoniales del matrimonio, la charla escaló por otros muros graficando que quizás no sea el Derecho lo que deteste, sino la gente que me orilló a odiarlo.
Me gustaría estrenar con él un nuevo camino de preguntas más lúdicas, como ¿cuántos pelos estima que posee en su pecho? O ¿Qué tipo de vino debo comprar para mantener esa botella a mano? Preguntarle tal vez ¿Cómo es que tiene habilidad para ser tan preguntón? O quizás ¿Cuándo vendrá a Santiago para irnos a caminar todo un día por unos bonitos parques que conozco?
Me gustaría hablarle sobre cultivos experimentales, decirle que en un comienzo, no me di cuenta de su manera de caminar, de avanzar a pasos milimétricos, contarle que eso de tener Jarem es último de shulo y que en mi, tiene una mujer real en la que puede confiar. No para menesteres sexuales, claro está, pero si para asociarnos y realizar la mejor película de nuestras vidas. Una que versa sobre cómo desalienarse, cómo volver a confiar.

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