COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: La nueva era del NO.D. D. OLMEDOViernes 01/06/2018.



COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: La nueva era del NO.
D. D. OLMEDO
Viernes 01/06/2018.
A propósito de toda la impresionante oleada de burlas que ha generado la modificación de la ley sobre acoso callejero, escuché a un latinlovers criollo de mi lugar de trabajo decir algo que, viniendo de él, podría haber sido una soberana estupidez pero admito que al menos, hay que preguntárselo: ¿Qué pasa si quien piropea es físicamente atractivo, sin quien se excede va bien vestido, si quen tira la elástico resulta que te agrada? ¿Lo denuncias? ¿Lo insultas de vuelta? ¿Frunces el ceño? ¿Pateas la perra de la misma manera como lo harías con un obrero de construcción?
Según Cris, por supuesto que no.
Es verdad que de cierta forma esta ley a contribuido a exacerbar el contraefecto  (machismo 2.0) que devino posterior a su promulgación y entrada en vigencia, pero voy a darles un voto de confianza y me insto a cuestionármelo... ¿Qué incidencia poseen tales aspectos?
Si por ejemplo, el surfista del 13 de febrero no hubiese sido precioso de facciones y acorde físicamente, ¿hubiese tolerado su arremetida? Me pregunto ahora, cuantas veces en vida tuve pensamientos de enojo con respecto a actitudes abusivas de diferentes hombres pero que acabaron licenciadas a causa de su aspecto. Porque, hay que dejar de enceguecerse: O sea, desde la plaza de mi generación, ¿Quién no creció presenciando que el plato más grande era suiempre para el hombre, la presa, el postre, la copa de vino; primero en todo... antes él primero que habla, él excento en infinidad de aspectos... porque Dios así lo quiso y porque Dios también es hombre. —Solapó alguna vez el otrora peculiar Jorge González.
Tantas y tantas veces hasta el hartazgo tuve que presenciar escenarios en que la mujer ni siquiera podía expresar facialmente su disgusto, su desaprobación, incluso una diferencia de opinión solo por ser mujer; la María José Cumplido al compilar en su bello libro «Mujeres», ciertas historias sobre míticas personeras de nuestro recorrido como nación, logra reflejar muy bien el sustrato de todo este embrollo. Para nacer mujer en este mundo, en esta existencia, había que estarse preparado. Y cómo no. Las mujeres han sido deferidas a labores minimizadas en valía desde que tengo recuerdo. Inicialmente, apenas se les permitía tibias incursiones en el área de la docencia, en la enfermería (sobre todo en períodos de reveses belicosos), pero fuertemente conminada a labores demésticas y la crianza de los hijos. Perdón, pero claro que me parece justo que el género se rebelara. Habría sido antinatura permanecer subyugada por más tiempo aunque al presente, el femicidio continúa siendo la cara más horrenda de un impresionante castigo soterrado hacia nuestro ser femenino, profundizando heridas y extendiendo el padecimiento de nuestra entidad de mujer.
Entonces, voy hacia allá, hacia el momento en que este sujeto caricaturiza la percepción de la mujer solo con el propósito de restar importancia al fondo de la crítica y argumento de la necesidad de la mujer, al pedir que se castigue el acoso callejero y me respondo perentorio indicando que no existe parámetro de comparación.
Lo que la ley castiga (y esto es lo que el machismo no comprende y por lo tanto ni lo finacia ni menos lo soporta) es la acción del hechor, vale decir, el autolicenciamiento para determinar que la mujer puede ser cosificada, y por lo tanto, denigrada, anulando su voz NO. Un NO que visto desde la arista masculina, nunca ha sido inhibido sino todo lo contrario: «Me la comí porque soy hombre y bien machito para mis cosas.... y a mi, nadie se me niega. Me dijo que no quería, pero su escote y ropa ajustada decían cosa.......». Perdí la cuenta de cuántos textos así he escuchado en mi vida, cuántas mujeres fueron, son y eventualmente, podrían continuar siéndolo por el básico hecho de habernos convertido en una sociedad que estandarizó la normalización de muchas conductas relacionadas al tema. Se invisibilizó por ejemplo, la violación dentro del matrimonio: «Me dijo que no quería, pero yo la conozco, siempre se queja de weas. Así que se la meti de costado, mientras fingía que estaba durmiendo. Si esta weona solo hace el aseo y cuida los niños no más, así que tiene que dejarse no más... Yo la tengo como reina...». Relatos de este matiz componen la extensa y compleja ruma de antecedentes que han ido informando la agenda sobre mejoramiento de trato igualitario en género. Y una pequeñísima parte lo integra este paso en la ley que sanciona el acoso callejero expresado de diversas maneras, como lo contempla dicha normativa. Por eso resulta repugnante la burla, el bullyng sostenido e incluso aceptado por tanta mujer que, para calzar, para ser parte o hasta para medirse, vitorea como si fuese el mejor chiste dentro de un.repertorio muy bizarro.
El poder decir NO quiero oír tus obscenidades, es un comportamiento inherente a la esencia del derecho a la libertad en el más amplio contexto. El NO representa la posibilidad de exteriorizar mis límites de modo tal que sea notorio, que sea manifiesto y que por lo demás, no contenga expresión de causa.... tal y como ha sido desde antaño para el hombre. ¿Por qué tendría que explicar mi libertad para autodeterminarme? Esa es la esencia de todo, es la perrogativa de poder optar, de tener y contar con la opción de elegir cómo recibo lo que viene de mi entorno, sin que se me haga responsable de provocar situaciones que «validan» ciertas conductas lascivas o impropias.
Lo que se custodia es el legítimo derecho de no tener que explicarnos ante ese NO. Así que desde aquel punto de vista, da igual el aspecto estético del hechor pues lo que reviste importancia no es la pachotada bravucona y su contenido, sino el hecho de que nuestro género posee el derecho de determinar qué desea escuchar, cómo puede y debe ser abordada y la importancia del género, de las diferencias profundas que deben ser entendidas como tal pues es persona y no puede existir diferencia de trato en virtud de su género, toda vez que la premisa constitucional así lo dispone. Permitir el acoso, es un tioo de discriminación arbitraria.
Fin de la 1ra. Parte.

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