Crónica de la anunciada muerte de Tinder.



Como ocurre con todas las adicciones, no nos rehabilitamos de un día para otro. Y lo que cuesta hacer es equivalente a la adquisición de los buenos hábitos. Deshacerme del tinder como «Elena» fue relativamente fácil (sólo ayudó a corroborar cuestiones que ya había más o menos entendido y aceptado; como la falsedad de algunos hombres que más que falsos por maldad, era cuestión de naturaleza en los arquetipos de persona. Lo mismo que sucede con muchas mujeres también). Pero despedirme de esta muleta, como Ángela, fue más complejo y por una única razón: hay días que el espacio diminuto en que entro se vuelve gigante y vacío de repente... Pero ya sabía que tenía los días contados, con algunas groseras restas, tal vez se salvó solo un par de sujetos —y tal vez, uno solo—. No más. Y sabía que este procedimiento de clausura se venía, pues crecer importa admitir la deficiencia, diferenciar qué cuesta sobrellevarla pero necesario es abandonar la muleta. Si no, nunca sabré si continúo cojeando.
Se sintió raro en las primeras horas. De esos vacíos que notas pues antes, la adicción valida la conducta de rutina, como si no hubiese nada de malo en coger el celular de cuando en cuando para revisar si has conectado con alguien. Luego, de frentón tuve que procesar la ansiedad, la que contuve envenenándome con mucho gluten, cosa de quedar atontada e incapaz de acercarme al dispositivo por la distancia con el baño...... ¿Grotesco? Sí. Mucho. Pero yo no cambié una adicción por otra. La estoy enfrentando. Estoy dándome la chance de averiguar cómo aprender a vivir conmigo y no sentirme a la deriva demasiado tiempo seguido.
Hay distancias importantes entre anestesiarse para soportar la soledad, a darse cuenta de su presencia y abordarla, pues cínica sería si dijese que me siento sola, porque estoy conmigo. Ocurre, que al escoger caminar apartado, se producen ventanas que necesitas abrir, mirar a través de ellas y descubrir la vida afuera. Eso es. Pero la gente no lo comprende o cree entender otra cosa, usualmente visualiza a través de sus propias consignas, miedos y experiencias, las que por lo general usa de parámetro o umbral tanto para acercarse como para tomar distancia suficiente. Yo, tengo la sensación de que la gente no puede (no pudo ni podrá) entender mi extraña dualidad; el síndrome Roberto Carlos en la consigna poética fusionado con mi sombra reversionada del Grinch... Una parte de mi insta por el remero global, ese brazo ancho que unifica y supone bienestar por y para todos pero que al comprobar que tiene manga corta, se enfurece transformando su identidad en lo más feo de Mr. Hide. Y lo admito con honestidad. Por eso que más temprano que tarde, nadie me dijo qué debía hacer. Simplemente, de repente acabé de saberlo. Tinder y todo su catálogo de perversiones culminaba su etapa al menos para mi. Sin terceras ni cuartas partes.
El último muchacho con el que «me entendí», tenía el hábito cordial de asentir, de concordar y hasta de estribar en la misma espina satánica: traición y toda su batería de consecuencias. Por un momento brevísimo tuve la sensación loca de haber sensibilizado, de haber coincidido en tiempo y espacio con esa sinergia que te lleva experimentar buenos deseos y congruencia de pensamiento. Y eso no me pasa seguido, no en la dimensión en que un otro te hace sentir que tu postura no está equivocada y no es blanco ni de burlas ni estridencias. Es bueno tener esa sensación de manera abierta y natural en la cabeza, como una secuencia sin eco, pero con el afecto que se le tiene al bálsamo porque llega cuando el universo sabe que lo necesitas y es oportuno como un breake ante todo lo demás.
Si debo hacer un recorrido exprés, entonces me quedaría con este epitafio: Yace acá la app conflictiva y conflituada. Extrajo del imperio artístico al poeta Lira, con su recorrido de trucherías con eco para revista Paula... varios nn de los cuales solo brota un suero de esteroides, carencias de envase y penes diminutos que nunca me animé a coronar.... un sequito de flates camboyanos siempre dispuestos a ir a la guerra; un sujeto que prometía y que acabó siendo el rey de la maldad... otro que cantaba temas ochenteros y lo hacía pésimo pero cuya fe me atrevo a festejar; un grupo de nombres sospechosos que me atevo a creer, eran tan solo el mismo cretino intentando dejar de ser un fantasma.... un arrivista crónico, un niño polerón, un ex gordo más pitiado que yo, una veintena de marihuaneros de los cuales solo a uno le presté real atención, unos tres intelectuales que me ayudaron a conciliar el sueño, un morenazo elocuente al que casi le compré toda su antología de poesía barata, un ex porno star, un chico migraña. Y claro que a Javier, a Carlos y a Axel.
Si tengo que rescatar a alguien, rescataría a Carlos. Y lo rescataría porque fue extremadamente leal, honesto y hasta asquerosamente, honesto. Tanto que me enseñó que la vida siempre es en una sola dirección. Y que en cada intersección que enfrentemos de la vida, todas y cada una de las consecuencias de nuestra elección, siempre son solo para nosotros. Solo tienen significado para ti.

Comentarios