Emerger.



He hablado con Rubén sobre los problemas de estructura. Me explica que mi necesidad (obsesión) por entender, por obtener una respuesta que calce con algún razonamiento, equivale a lograr colocar una carpeta en el gabetero que mi lógica le impuso al dolor. Es decir, para mi, perseguir cierres, entender los por qué de los otros, dinamizar el asunto, no es otra cosa que atajar los goles. Por eso, la ambigüedad me causa tanto daño, tanto así que me puede botar a la cama, me puede dar fiebre, me puede acarrear una indigestión explosiva. Mi cabeza no lo procesa pues la primera explicación, la esencial, nunca llegó.

Entonces, cuando oí esto, lloré, lloré con soponcio todo el resto de la sesión, lloré tanto que me derivaron a urgencias en donde seguí llorando y en donde me detuve tras una inyección. Al despertar estaba en una camilla, en un Box, sola, sin nadie alrededor, sola como siempre desde hace mucho, porque las veces en que me encuentro acompañada, fue porque alguien dejó de hacer algo para reunirse conmigo. Así que solo me levanté, me quité unas mangueras y me fui. Nadie se dio cuenta. Nadie me preguntó nada. Solo me fui.

Una vez en la calle, ya no sentí las mismas ganas de llorar. Sentía una especie de alivio. Y esa sensación me hizo la caminata. De pronto entró una llamada, el doctor!!!! Le puse un mensaje para que no enloqueciera.... «Hey, aún no me toca.......» Y continué sin rumbo hacia Santa María. Me senté en un parque carente de onda, cementoide como le gusta tanto a las minas como Carolina Tohá, afanosas en ordenar todo para relucir en apariencia neoyorkina, para vestirlos como algo que no son. Y ahí pensé en la respuesta que nunca llegó: ¿cómo se comprende que tu madre no te quiera? No se puede entender no más, retumbaba en mi cabeza la sentencia del loquero de turno.

Puedes entrar en el abismo mujer, me dice, pero también puedes elegir hacer otras cosas, como si el herido gustase de pasarse largas temporadas en el infierno. Y es evidente, no puede reclamársele a un montón de huesos agusanados en el cementerio, claro que no. Y pienso que ella nos castigó duro, tanto que el infierno se desborda sobre nuestra lucha constante por sobrevivirle a la suerte que no se comprende jamás. Mis hermanos y yo, no nos frecuentamos, no hay lazos de nada, la sangre no significa nada, creo que hasta es causa de impedimento para lograr entenderse. Y está bien. No es tiempo de hacer algo diferente. Todos tuvimos opiniones diversas, todos poseemos visiones complejas de lo que era nuestra madre; el único punto de encuentro fue el abandono, la violencia, su enfermedad final y la desastrosa partida en donde no se pide perdón, en donde no hubo explicación expiatoria sino un irse en su ley, en fucking ley de toda la vida. Y bueno, he ahí un acto de implícita coherencia. Eso es verdad.

Rubén me dice que tengo esperanza. Pero para cambiar, debo enterrarla de verdad, olvidarme de lo que me hizo, perdonarla de corazón y perdonarme a mi por haber desperdiciado la vida. Y ésto es lo realmente  complejo de hacer porque vivo castigándome una y otra vez, porque nunca conseguí la aprobación de mi madre sino todo lo contrario.

Me dice que debo mirar dentro y entender que no hay juicios determinantes más importante que la visión que uno tiene de sí mismo y yo construí una de mi en donde no es legítimo ser amada, solo para demostrar y corroborar que todo el mundo se va, se marcha, no da explicaciones y más encima, se burla de ti una y otra vez. Eso es el sabotaje del que he sido víctima y victimaria, en una oscilación permanente que no da tregua. Y es verdad. Hago de todo para alejar a la gente de mi, cosa de sostener la tesis de que todos son malos y que todos abandonan.

Pero, consciente de estos tristes déficits en mi, algo cambió. No sé muy bien cómo pasó, pero algo se movió dentro de mi. Puede que sea la mano invisible asomándose para evitar mi descabellada idea rondando, o puede ser simplemente que me haya cansado de la que era y de la gente que me he pegado por ser así.

Todo puede ser.

Es tan bueno sentir un inmundo cansancio a veces; es un cansancio revolucionario, un cansancio desagraviante.

Algo cambio, cambió sí. Lo sé.

Quizá sea la dignidad emergiendo desde las profundidades.

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