Epifanía.



La mujer sobre la que he comentado otras veces, esa que hace ruidos odiosos justo cuando cuevisticamente conciliaste el sueño tras varias semanas de acostumbrado insomnio, está en llamas; en mala hora se inventó en internit, en mala hora el concreto solo sirve para edificaciones de Abc1 orgullosos y victoriosos de aplastar al resto con su imponente tajada de la torta... Me impacta mucho creer, o mejor dicho, advertir que yo, una rata de alcantarillas, sea capaz de abrumar a una mujer tan fascinerosa como aquella. No dejo de preguntarme qué fue lo que despertó su odio, el por qué de su carrera contra el tiempo en donde ha resuelto armar contingencias descabelladas para intentar, hundirme. Pero al mismo tiempo, me miro al espejo y me siento más grande, más orgullosa, menos intimidada por su asquerosa esencia, tanto así que despertó un desprecio y una lástima en mi, que no pensé experimentar por nadie.
Me banqué varios días todo su ridículo protocolo sobre la dignidad de las personas que podían o no asistir al magno evento de su cumpleaños y entonces me decía una y otra vez, resiste mujer, resiste que hace mucho frío fuera de estas cuatro paredes. Y con eso, tras atontarme lo necesario, acudía como siempre a mis audifonos, que a esta altura son como la animita de la avenida a la cual todos le prenden vela, pero nunca recuerdan su nombre... Pienso ahora que me toca vagar por Santiago, ¿qué sucedería si me atreviera a presentarme en medio de su celebración, y así sin más depusiera mi estrambótico discurso de parabienes? ¡Ja!
Arrancaría con el hecho de que su larga y teñida cabellera, es la mar de ordinaria, que luce como un travesti de burdel de la calle vivaceta, y que el olor que despedía su piel añeja cada vez que forzozamente tuve que besar su mejilla, me daba ganas de vomitar. Pero estas pequeñas y delicadas frases no significarían nada en comparación con la reflexión antojada revelar sobre su ética personal, sobre su cinismo crónico y el cómo vive su mundo tras los vidrios empañados que son sus ojos, llenos de una perversidad y una amargura que me caló los huesos. No obviaría, por cierto en contarle a la concurrencia, cómo fue que ella les seleccionó y les invitó a tan digno estelar......... y subrayaría la circunstancia de que se pasó tallando las dependencias de su casa durante al menos, una semana..... para que no se notase pobreza. Pero la pobreza de espíritu es imposible de ocultar. ¿Cierto?
Pienso en que todo este escenario grotesco no es más que el resultado de mis propias negligencias y como tal, no lo proceso como una mártir. Al contrario. Verlo así, en una dimensión de diapositivas agresivas, duras y humillantes, me hace crecer, me hace ser agradecida de no tener que ser parte de esa genealogía, de no tener nada qué ver con ella más que en lo circunstancial de la lección misma: ¡«Mira mujer, hacia dónde puede  conducirte la amargura si sigues como vas»! Pero en todo lo demás, soy bendecida de abrir los ojos y  crecer con este prisma de verdad que no muchos tolerarían.
Ahora que me encuentro echada contemplando la ciudad, me digo que soy muy afortunada. Convivía hasta hace poco con los fantasmas de la no realización sin entender que Dios me ha dado todo para ser inmensamente, viva. Las cosas que los otros anhelan, nada se emparentan conmigo y hoy lo veo tan nítido; nada de lo que podrías enmarcar en una selfie destellante, tiene significado para mi. Pues no necesito nada de esa realidad ficticia a la que la gente aspira tanto. Nada de lo que la gente monta en espectáculos sobre el dominio de su buena fortuna estremece mi cuenta corriente de sueños amorfos, que gracias al universo, siempre serán míos, opóngase quien se oponga.
¿Que si duele crecer? Diría que más tremendo es quedarse como bebé malcriado y frustrado de no haber sido amado por quien «debía» serlo (porque casi todos se irrogan la facultad del deber ser), como le pasó a esta mujer, esta mujer de alma negra que me mostró qué tan cerca estuve de convertirme en un despojo humano.
Ahora que el sol y su luminosodad me reviste con la magnitud de su vitamina natural, le pido a Dios que la estremezca, que la disuelva en amor, que la deshaga de su enojo, porque enviarle todos estos buenos deseos aunque me cueste demasiado, es también ser coherente con la forma de ver la vida en el presente, con ordenar la casa mental y hacer aseo cósmico para que entre todo lo que sea necesario para uno.

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