Falta que me haces...



Te he llamado para decirte que te extraño un montón.
Sabes de sobra que este mes, es malo, es horrendo, porque debo festejar tu cumple,
sin ti, y tú sin mi en donde sea que te hayas largado.
Y es difícil pues no te tengo, no puedo decirte que hay días muy malos, que arrancan bien y acaban como episodios descartables de «cuentos de la cripta»; días en que me hubiese haber hallado tu revólver y haberme anticipado. Días escandalosamente fríos que hubieses amado, porque habrías tenido excusa para fugarnos a tomarnos nuestros tés, nuestra aguas de hierba, nuestros cafés tan latamente conversados.
Te extraño no sabes cuánto, porque has sido mi amigo más sabio, más decente, más honesto, más capaz de todo, menos de soportar el desamor o la traición.
Hay días en que a ti y a mi, nos llovía sobre mojado y que una larga conversación arrancaba toda la maleza (al meno la evidente), días en que nuestro lazo de amistad se volvía una armadura, noches llenas de estrellas comandadas para iluminar cada uno de nuestros buenos deseos en torno a la tristeza universal de este mundo en coma. Días en que sabías levantarme del piso apenas con una mirada, y otras tantas, con un gran abrazo.
Te extraño mucho
Te extraño un montón
Siempre sabías qué decirme Edu, siempre
sabías aleccionarme para que no regresase a la oscuridad, a la furia y al rencor, al entendimiento de aquella larga lista de prioridades ajenas en donde yo nunca entraba, como si hubiera nacido invisible.
Y más te extraño porque infundiste en mi, paciencia gregoriana, constancia bizantina, ahinco vikingo, clamor cristiano y amor genuino, amor en mi.
Ven a visitarme en sueños,
Cuéntame como la otra vez de tu larga travesía en el mar de la transición, dime que falta poco, que la vida hace lo suyo y que un buen día de estos, volveremos a encontrarnos.
Te quiero.
Te extraño.
Me haces mucha falta, Edu.

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