Invisible.



A veces tengo una idea muy mala sobre mi. Inicia con la parte externa, envase que día con día se deteriora cada vez más, y que hagas lo que hagas, no se tolera tan bien como los mindfullnes nos hacen creer: nadie es tan sano para procesar tanto hoponopono!!!!
Trabajo en mi rabia, claro que si; cuando entro de clavado en la piscina, todo ese estrellarse en el agua pega fuerte, remece y algunas veces he estado tentada a no arquearme y seguir de largo y culminar reventada en el cemento. Es cierto. Pero luego me digo que dejarse vencer de esa forma tan precaria, sería igual que desperdiciar tanto sacrificio mental. Por lo mismo, sin pensarlo si quiera, de pronto empezaron a aperecerse consignas demoledoras, a veces en un silencio prolongado, otras veces en canticos repetitivos, algunas otras veces de personas que no viste diciéndote frases que resumen todo un ciclo de largas platicas en que se revela verdades que nos cuesta demasiado tolerar.
Pensar mal de mi no es arbitrario. Pensar mal de mi es la conciencia de que mucho de lo que juzgo, también lo hice pésimo, mal, más o menos o definitivamente no lo hice yasí el asunto, llorar hoy por lo que no acusé a tiempo, no es otra cosa que admitir que nuestro alrededor es escenario de lo que creamos nosotros mismos, con acción y omisión, con indiferencia, con razón y sin ella... con todos los deslices, con la equivocación caprichosa y obtusa, con el demonio del resentimiento, con la falta de fe, con la reincidencia vanidosa del creer que sabemos todo, que se viene de vuelta.
Pero en verdad, no. Nunca se viene de vuelta porque puede suceder un mundo de trompazos que te recuerdan lo fallble que eres, que puedes ser y que siempre lo serás.
Tengo que admitir que seguramente, hay mucho que no veo, que sigo creyendo que el tiempo no avanzó y quizá sea la respuesta más evidente que expliqué por qué me son tan difícil de aceptar ciertas cuestiones: aceptar por ejemplo, no ser apreciada, no ser vista, ser relegada, reemplazada... invisibilizada. Entonces, la lección convocada no es enojarse más, enfurecerse más, sino una cura de humildad, de más valor, y de entender que el mundo cambio, que las personas sí son reemplazadas, que nos cambian, que nos relegan, que no nos dan lugares de relevancia, que caemos a los últimos lugares de los rankings de popularidad, que no somos exitosos y que a nadie le importa a menos de que te vuelvas viral.
La carnicería está de moda. Es verdad. Y no puedo evitar una sentencia de x persona que me dijo fastidiosamente una vez: ¿Y quién te irrogó a ti, la responsabilidad de cambiar al mundo? Y sí. No fue nadie. Nadie me lo asignó. Fue solo que yo lo creía posible. Pero a la larga descubrí que es cierto.
¿Y si no somos quiénes para hacerlo, entonces quién lo hará?
Hoy pienso muy mal de mi, me echo la culpa de varias cosas, pero me responsabilizo más de no ser tan fuerte, de no ser lo suficientemente valiente para escarbar a la gente, para pelear, y seguir en pie después de intentarlo.
Porque el mundo cambio.
El mundo se vale y se surte de las apariencias.
Eso.

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