XXX, Buen viaje.

Querido XXX: Te escribo públicamente pues ha de ser un buen ejercicio, tanto para mi, como para las mujeres que a la mala, husmean entre mis cosas!!! Ya no me hiere cuántas mujeres conoces, cuántas te gustan lo suficiente como para pasar un momento a solas con ellas, cuánto te las piensas después de aquello; cuánto podrías compararlas con la única que realmente, todavía corrompe tu salud... Y no me importa porque, indirectamente, aprendí algo importante relacionándome breve contigo: No se puede contar con alguien que no está interesado, no se puede intentar cambiar esa circunstancia, no es no. SIEMPRE. Esta lección me dejó un dolor intenso, tanto así que abrió otras heridas antiguas, esas que te exponen y te retuercen, que te vuelven errático y caes en la oscilación de la locura que produce la no aceptación de la verdad. Es decir, vamos una y otra vez con argumentos y tésis, con fantasía para congelar un momento... etc. Pero lo de fondo no se resuelve, al contrario. Agranda el problema. Por eso fue que te perdí interés honesto, y el sentimiento se volvió conflicto, rabia y sobre todo frustración. Cuando te colocan en una bolsa de puterío universal, entonces, todas las dudas sobre tu bondad, desaparecen pues al menos yo, nunca me puse en un lugar así; espero que haber pagado la cuenta en la primera cita, no signifique que si. Pero yo, yo no me siento en ese sitio. Tras algunos plantones, convencida estaba de que eras Bruno, y que acudir era una especie de suicidio programado....... Verte ahí, en el metro católica fue un alivio, más que por cualquiera otra razón por la fundamental: no eras Bruno. Lo demás fue un delta, algo inesperado en lo que no pensé mucho al tiro. Creo que te vi, después de tus relatos, después de contemplar lo nítidamente hermoso que mis ojos de ese entonces te veían, tan bronceado, tan curtido, tan oloroso a mar...... y eso, me pegó. Y me aturdió. Te recuerdo que yo venía de Vietnam y en Vietnam no se ven cosas bellas.

De camino a la Alameda, deslizaste la idea de pasar la noche en algún sitio (o tal vez solo yo me pasé esa película), y te rechacé con la ternura de una niña ruborizada, aunque no tenga nada de juventud. Y me di cuenta del enojo, porque el abrazo de despedida fue tosco. Nada parecido al inicial. Te vi alejarte con tu tabla acuesta y me figuré que habías regresado a tus olas... Lo realmente perturbador fue que continuaras hablándome. Eso si que no me lo esperaba. Y de seguro esto fue un desastre para mi, una señal errada, una pifia de interpretación que me condujo a todo lo demás.

Y qué fue todo lo demás?

Sexo de motel, dolor físico, dolor mental, dolor espiritual, dolor en el corazón. Siendo la már de sincera, ni siquiera sé bien cómo retratar con palabras lo que pasó esa noche del 13 de febrero, pues más allá de la retórica que coloco a mis relatos recargados en fantasía ingenua, yo me habría quedado con el paréntesis en que nuestros cuerpos estaban echados sobre la cama, uno enfrente del otro de costado, mirándonos como cuando miras la primera vez a alguien a quien nunca hubieres notado en otro escenario...... y yo, maternalmente tuve el instintivo impulso de acariciar tu rostro, sin el más mínimo ánimo de deseo o corrupción, hipnotizada por la fragilidad de tu mirada, esa estela de tristeza que te acompaña siempre. Y ahí, me quebré: no lograba ver dónde terminaba otro hombre y donde iniciaba uno nuevo. Y eso no pude superarlo. Nunca.

Si te soy honesta, por un tema de proporciones, no lo disfruté; no sé lidiar con el dolor físico y no lo anexo al fenómeno del placer, pero si logré contagiarme del tuyo, de tu trance, de tu transportación al extasis, chico aplicado de decirle a la amante de turno cuánto oyó y tomó nota de las cuestiones que la madura dijo gustar o con las cuales, se encendía.... y eso, eso se agradece.

Pero yo Javier, te soñé como alguien que se parecía tanto tanto, a mi. Y eso eclipsó. Me encegueciste con la manía de ser la mar de insolente, irrespetuoso, cabrón... Y no me la pude. Esa es la verdad. Estarse viendo en un espejo todo el tiempo, es muy duro. Sobre todo cuando lo que te rememora el otro, no tenemos claro si agrada o enfada.

A la larga, entendí que tú me recuerdas cosas muy buenas, como la valentía, el arrojo y aplomo, la insolencia que suma, esto es: saberse capaz........ tú me mostraste la independencia motora que extravié y al mismo tiempo, el desapego al que debería aspirar, pero no el fingido que se emula por estrategia (como más de alguna mujercilla que intente manterse distante por orgullosa y manipuladora...) sino el sano, el que nace como consecuencia de la naturaleza de la persona, a razón de su esencia libertaria como sucede contigo. Sin embargo, las cuestiones malas que me atraes a la mente, van desde el snobismo, la paradoja del querer estar en paz pero hacerlo arrellanado en la comodidad del imperialismo, la fastuosidad y culto al cuerpo, a lo físico, ser odiosamente cínico tantas veces, tan hedonista. Me hiciste recordar a la mina que se fue en bicicleta al sur, clavada con la obsesión de su culo, de la turgencia de sus brazos y abdomen, del pelo impecable, de las cremas eternas para detener el avance del tiempo, mi época en que no comía por temor a engordar y un largo etc. La época en que sentía orgullo ser talla 36 pese a que los doctores me decían que eso no correspondía...... Entonces, empecé a sentirme mal, a encontrarme con desechos que no deseaba recordar, pues es obvio que no conservé dicha apariencia. Relacionarme contigo después de la evidencia del trato que me habías dado (una puta más de un cuanto hay) fue ir y responsabilizar de todo eso a mi aspecto desconectado del mundo y la errática forma de representar mi enojo, cada vez que te comportabas como un grosero imperturbable. Eso creció, creció y creció más al tocarte las fibras dañadas y así fue como no hubo retorno. Se necesita muy poco para construir un paredón.

Como no sé qué sentiste ni qué pensaste, no especularé. Y escribo esto con el fin de dejar en claro que tú y yo, solo fuimos una circunstancias del destino. Nada más. No nos frecuentamos, no nos relacionamos, no nos whatsapeamos, no mantenemos correspondencia, ni siquiera nos volvimos a ver pese a que te dije que el libro que te presté tenía un valor sentimental para mi. Esa fue la última piedra puesta encima, pues si alguien no tiene esa mínima deferencia, entonces, más vale dar por perdido el objeto.

Escribo esto para que la mujer (s) que ronda (n) mi blog, mi mail y un gran etc., no se perturben, pues ni yo tengo interés físico en tu persona (acaso el morbo de leer líneas que a veces se leen macizas) ni mucho menos tú en mi, persona que va por idéntico camino escogido al que alguna vez tomé y que con los años me convirtió en lo que soy...

No puedo decir qué siento por Ti, pues tiene marcas extrañas, la impresión de huellas deformes que pudo ser y no pudo.... Pero si se que gustaría mucho erradicar las manchas, tener sentimientos más puros y emociones menos contradictorias porque creo en la energía y en su liberación. En el poder de transmutar con voluntad y benevolencia.

Creo Javier, que mereces más de la vida que ir a hurtadillas, pero esa es solo mi humilde y picante opinión. Creo que no necesitas re editar visiones pasadas, pq hacerlo no te devolverá nada. Creo también que necesitas estrellarte muchad veces aun para coger algo de humildad y algo de sencillez, de circunstancia básica. Te tildas de aprendiz, pero en verdad, todaví no te colocas en ese sitio, falta aun para eso, pues el aprendiz debe admitir su enojo, su mediocridad incluso so patraña. Asi que falta, todavía un trecho importante.

Me gustaría un día cercano no ver una sola fotografía tuya, ver fotos de puestas de sol, ver solo la cima, que todo lo deslizaras con astucia y no con evidencias que contentan a la masa, a la montoners de la gente que es más de lo mismo. Quizá solo entonces comoprendas que es la sencillez, que es lo humano, y qué es lo divino.

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