No lo soy.



Te concedo los puntos. Está bien. Le he cogido gran resentimiento. Es verdad. Pero, ¿acaso no es humano admitirlo? Me dices que sea astuta, que haga esto y aquello, pero yo te pregunto: Hasta cuándo permitir el cinismo??? Quién le coloca límites al que excusa en locura, en inmadurez??? Sí, también recuerdo las veces en que preferí estar chateando con desconocidos estrellándome una y otra vez contra la misma maciza pared, a salir contigo, a cenar juntos, a caminar de la mano por un parque pues tú te habías convencido de que yo te rechazaba por ser rubio estereotipado... ¡Ja! Sabes que mi buena memoria me echa todo en cara, las cosas buenas, las más o menos y las malas y por lo mismo, no puedo darme el lujo de ir hacia ti, manchada, desajustada y envuelta en enojo de resentimiento.
No soy humilde. Lejos estoy de serlo y manifiesto públicamente que, existen personas muy malas de las cuales hay que descontaminarse, no porque no nos hayan querido, sino porque sabiendo que no podían hacerlo, nos contaminaron, nos ensuciaron con su pestilencia, nos cargaron con su vibración enloquecida.
Entonces, no puedo ser humilde. No quiero serlo. No quiero ser más de un modo que se me recomienda ser. Pues se me antoja ser lapidaria, incendiaria, rebelde y fregada. Quiero empuñar la mano y agredir, pero no de la forma que supones; yo solo quiero enfrentar a los cobardes, a los que les es fácil balbucear y soltar hilarantes apostolados mientras la pantalla lo blinda. Pues otra cosa sería de frente, en donde las palabras se les acaban y lloran como bebés abandonados.
Déjame ser como soy, déjame buscar a los responsables de mi enojo, déjame devolverles la mano, llevarlos al límite para que les salga la realidad, para que su miseria les deje en evidencia, para que de una buena vez se les raje el cuero y admitan que viven fracturados y que no toleran el desamor, fingiendo ser la mar de buenos ciudadanos.
Patéticos remedos de gente.
Déjame ser lo que soy.
No me quites mi proceso de liberación, porque has de saber que lo haré de todas maneras.
Contigo aguardándome tras el incendio que dejaré, o sin ti excluyéndote del gentío en donde se esconde la verdadera miseria cubierta de inocencia y dulzura que no es tal. La verdadera cola de diablo habita en él.

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