Secuelas.



Los días han pasado sin grandes novedades. Pensé que tendría efecto de abstinencia porque lo quiera o no, el tinder se había transformado en una versión muy freak del yunta de temporada. Pero no. O sea, algo de mal humor, no sé, puede ser; me han sugerido alegrarme con unos pencazos de vino....... Como si meterse alcohol en la sangre fuese a mejorar en algo el panorama.
Lo que la gente no soporta es escuchar el rumeo, y claro, concuerdo. Pero no por evitarlo tengo que ser cínica adicional (recuerden que he confesado cuál es mi dosis diaria). Yo solo digo lo que pienso porque ya me callé demasiado tiempo; a veces, por hacerlo, recibirás duras críticas: francas, abiertas, soterradas y entintadas con el típico mal chiste socarrón... Pero a mi eso me importa una soberana raja.
Estamos tan llanos a la levedad pero tan renuentes a la acidez que deja oir la verdad, duro pero cierto. Y siendo así, qué bueno ser pesada, rigurosa y hasta espinosa. Me encanta ser ruda y camote. Porque al menos soy honesta y no debo vomitarme encima cuando me veo al espejo.
Yo soy una niña en cantidad de aspectos, una niña muy dulce y tierna, soy afectiva y afectuosa, doy una amor precioso y de gran valía. Pero no se lo doy a cualquiera. No me interesa. Pero lo que si, es lograr equilibrar mis momentos de enojo, porque siempre habrá gente que no se toma molestias para conocerte, invierte tiempo, ni energía ni menos cuenta con su batería de ocurrencias e ingenio para trazar puentes. A veces pasa que no se puede, que no se da, o no fluye, por la misma wea de siempre: desde el ángulo que eres observado, eres medido con una vara, vara informada de miedos, de prejuicios, de deseo y expectativa trunca ajena. Por eso, es más fácil juzgar que arriesgarse.
Por eso todo el mundo cree que tiene derechos para opinar de casi todo, aunque nada sepa, aunque nada entienda y lo que es peor, aunque tenga cero talento para «mirar».

Comentarios