Selva



En el lugar donde habito, hay una mujer severa. Se llama selva: paradojas increíbles de la vida... Podría decirse que tiene el fino talento de extrerte lo peor, de veras que lo hace con maestría. Y hoy, hoy se la lucido. Una mujer como esta podría desquiciar a cualquiera, por Dios qué locura. Y al verme como Linda Blair en.el exorcista, recordé que nunca, nunca es suficiente la mierda que se expulsa del exorcizado. Consiguió que brotase de mi el más robusto rosario, peste resumida de groserías varias y repertorio ponzoñoso, incluido.... porque nada eres en el round si el puñete no es bien aforrado.
Pero descuartizadas ambas, no ganó nadie. Todo lo contrario porque por una parte, en ella aflora la culpa tras comprobar su cagada y media; en mi la debacle al quedarme otra vez sin casa.
La desolación que ocupa este diminuto espacio, se agranda en mi pecho no por la falta de eventual techo (he pasado noches enteras en la calle), sino por el decreto que Selva lanzó sobre mi sin dimensionar el daño de sus palabras: NUNCA CONOCI A UNA MUJER COMO TU, COMO SE TRATA A UNA MUJER COMO TU, NADIE QUIERE A UNA MUJER COMO TU!!!!! Y entonces supe algo que había pasado por alto: Nunca más nadie decidirá quien soy o qué soy.
Las mujeres como Selva abren una vereda negra similar a la que yo siempre cogía, amarga, neutralizada por el resentimiento, segregada al límite constante del qué dirán y qué se está permitido.
Después de la humillación el ofendido puede enrollarse en su angustia y derrotarse, pero como escribe Javier, puede que sea un comienzo, un no abandonarse, un rascar aunque duela, aunque dé pánico quedarse ahí a oscuras.
Tal vez por primera vez en años tenga valor para quitar la raíz de amargura que habita en mi.
Tal vez mi hogar está donde comienza la limpieza real.

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