Teko. Un rock star.



Lo que me pone realmente feliz, son los perros callejeros; amor incondicional de los «perro dueño» como escribió fantáticamente la Arelis Uribe en su librito amarillo. Y hoy me topé con uno exquisito, de hecho tenía tantas ganas de contársela a un cristiano x, pero al final la charla fue como si me hubiesen pegado unos cuantos combos... El perro estaba rascoteándose el lomo contra el pasto . De solo verlo en su ritual morí de amor por el, y quise ir a arrojarme a su lado y repetir la faena porque pucha que lo entiendo... tantas veces me ha atacado una feroz comezón y yo sola como deo, sin tener quien me la rasque. Al final, acudo a una regla, un palillo, o cualquier objeto que llegue al omoplato. ¡Ja!
Yo lo miraba fascinada, pues el en su volá personal, era tan agradecido; su rostro peludo una evidencia gráfica. Al poco rato, caché que tenía amo, pero que el tipo civilizadamente, no lo ataba y le dejaba en la más absoluta libertad. Un lindo gesto. Se llamaba TEKO, un pastor alemán de tipo manto negro realmente hermoso, con una mirada profunda y con sus ojitos de color café iluminado. Un seco. Un loquillo.
Voy a escribir sobre Teko un día, porque siempre he querido crear una selección de cuentos sobre canes, y por su puesto, junto a el, estarían otros rock star como el master roba empanada dieciochera, cholo el legislador anónimo, cramber que lloraba a su amigo atropellado y que se iba a dormir a su tumba,, y tantos otros, menos amables, menos dóciles y más envalentonados.
TEKO, sos un candy. Bello. Me hiciste el día.

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