Axel.



La primera cosa en la que con toda honestidad reparé, fue en un calor intenso a causa de una de sus fotografías. Axel aparece ladeado, con su rostro volteado enfrentando la cámara y su mirada es en parte dosis de coquetería, parte de masculinidad declarada. Pero, lo bonito es que no altera su esencia más retraída, como si estuviese suspendido sin sujetarse a formas clásica de atrevimiento para solo exhibirse y ganar adeptos. En esos días, me escribía con distintas personas, no había una urgencia ni tampoco me definía por alguien en particular; parecía como si de pronto todas las personas ahí congregadas completasen un registro destinado a hacerme escuela. Y puede que haya sido buena instrucción después de todo.

El asunto es que a pesar de tratarse de una fotografía en blanco y negro, captabas su piel exquisitamente morena, y en apariencia, bronceada; hay hombres que exceden tu imaginería y no basta un par de líneas para describirlos con exactitud. Le dí like por la misma razón que solía fijarme en otras personas, más permanecer insertada en su platica obedeció a otro tipo de nexo. Esto es lo que me hace bajar la guardia y esperar, y abrirme cambiando el norte de los berrinches que no sirven de mucho cuando estás fascinado con alguien. He caído en la cuenta que hacía mucho no iba hacia otro con real honestidad, que no era capaz de evidenciar ese despertar empático, esa cosa dulce que aparece cuando conectas con otro en una fase tan diferente a lo inmediatamente más próximo. Al ser mi mediatez tan mala, puedo ver a este hombre nítido y comprender que despierta en mi sensaciones que me cuesta entender inmediatamente, que confunde mi cabeza pero que en caso alguno, desagrada sino todo lo contrario. Cuando pienso en él, me imagino tocándolo con tanto cuidado que el transitar de mis yemas, hasta podría deslizarse torpe o entrecortado, tan propio de la amante experta a quien sorpresivamente, le quitaron su hábito de fingir, granjeándole a cambio, instantes de ternura suprema que la descoloca y le ruboriza. Como un capítulo íntimo de experimentar, vincularse con emociones tan fuera de lo cotidiano, y repetitivo de la carne mal follada.

Qué es primero: ¿El deseo o el objeto de este? Al verlo, y como de costumbre, quité de mis pensamientos las funciones que adicionan pues lo normal era sucumbir a la precariedad y como tal, al déficit. Pero él permaneció, en lo que según yo acababa siendo un limbo de pretensiones, esa cosa funada de sumar gente solo porque te admiran, o porque operan como resorte de combate ante el desanimo de sentirnos solos aún rodeados de multitud. Pero tampoco fue así. O quizás sí. O tal vez fue variando en el camino. Puede que la razón sea parecida a la mía, no saber, no pensar demasiado y sin embargo, necesitar sin admitir, allanar sin expresar, estar sin conocer el centro de la intriga. O quien sabe, porque no se tiene tantas armas como se piensa para combatir la soledad.

En cualquier caso, las últimas noches, mi cuerpo se ha estremecido sintiendo cómo determinados remolinos provocados con mis dedos, emulan la fricción que imagino viene de sus labios. He sentido un recorrido suave de la punta de una lengua apasionada que intenta llegar a ciertos rincones reservados solo para valientes, cuando al cerrar mis ojos y volver a abrirlos me supongo sus ojos oscuros a contraste de la luz que me regala su silueta echada sobre mi cuerpo. Lo siento irreconocible, pues no se parece a nadie. Lo siento extraño porque pienso en él sin mochilas ni cargas; inhalo extasiada y caigo en un orgasmo exquisito de solo imaginármelo hundirse en mi... y conectarnos.

Conectarnos,
Conectarnos,
Conectarnos...

De qué me sirve negar lo que siento, si sentir así solo me ayuda a sonreír.
De nada.

Más me sirve, alegrarme. Porque los músculos funcionan. El corazón se agita, la guata, pulsa.

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