COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: Recordatorio sobre lo humano. Viernes 15 de Junio de 2018.

Qué tanto eres capaz de pasar por alto, acudiendo al argumento que no tiene mayor importancia? O ¿Cuan absurdo es, solo sirve para calentarse la cabeza innecesariamente o incluso, no te afecta directamente? ¿Cuántas veces has sacado el cuerpo a algunos asuntos, sólo porque infieres sin saber casi nada, que desgastará? ¿Cuánto barremos debajo de la alfombra por temor a que nos tilden de complicados, de atado, de amargado? ¿Por qué es más fácil sumarse a la mayoría aunque lo que ésta decida, no se ajusta a lo que en realidad necesitamos?

Algunos echarán mano al archireconocido refrán de que, «la necesidad tiene cara de hereje». Pero, ¿A qué clase de necesidad se está aludiendo? O dicho de otra manera: ¿Cuánto estamos dispuestos a ceder a la vista del hambre, del cumplimiento con nuestras obligaciones, o al tenor de la responsabilidad que ciertos actos o funciones nos imponen? Tengo claro que el rigor es un concepto muy poco conocido o mejor expuesto, poco aplicado y ha de ser porque en mucho, somos un país con variadas deficiencias. No son las instituciones ni las organizaciones, no son los estamentos y ni siquiera las fuerzas políticas o el cómo se estructuran y establecen las sociedades. Derechamente se trata de personas detrás, abajo, encima, a los costados o alrededores... Siempre se ha tratado del hombre y su peculiar manera de incidir en el resultado. Estamos rodeados de personas que, por razones inexplicables para mi (a la luz del sentido común) abundan en defectos e incompetencias rarísimos. Pensemos en las pegas en que el progreso de los proyectos depende de un tipo que pasa todo el día abordando temas irrisorios y que es incapaz de sacar adelante funciones tan básicas como delegar, organizar, distribuir o coordinar. Y que para remate, no tiene la sana costumbre de plantearse autocrítica... Estoy segura que abunda este tipo de sujeto a quien al otrogarle poder, se vuelve mono con navaja... ¿Y qué hace —hacemos— el resto?

Me he dedicado tiempo importante a entender qué es lo que hacemos para combatir al resto. Y el análisis no siempre es auspicioso. Tengo la sensación de que vivimos una época de ceguera funcional, es decir, al no ser capaces de modificar lo que nos molesta, apostamos por invisibilizar el cono de la angustia. Para ésto, habilitamos con frecuencia desviar la atención hacia lugares que nos blindan con bálsamos de todo tipo; sugerencia de «estar mejor», de la eterna búsqueda de la felicidad aun cuando sepamos de sobra que la vida debe integrar la definición de dolor, de tristeza, de sufrimiento e injusticia para un acorde y equilibrado concepto de vida coherente. Pero lo hacemos igual; nos sentimos mejor apartando nuestros pensamientos de lo que nos provoque complicación o al menos, ansiedad.

Yo imagino con que este razonamiento no es orgánico pues nuestro cerebro está capacitado (y así fue diseñado neuronalmente) para estar alerta y repeler el peligro, las situaciones que nos exponen y otras más, tanto física como emocionalmente. Entonces llegó al entendimiento que este comportamiento es fruto de un condicionante social. Ha sido nuestra propia estructura y ordenamiento social lo que va alimementando estas conductas en que tu máxima aspiración en la vida, sea una eterna búsqueda de felicidad, montaje que por supuesto no comprende al mendigo que te observa mientras comes en un fabuloso restaurant  cinco estrellas........

No estoy apostolando la cultura asceta. Claro que no (aunque te ayuda a despojarte de las expectativas), pero creo que la gente se desvío, no fue capaz de contrarrestar el impacto de esta información y la forma en cómo los poderosos la administran. Perdón; continúan haciéndolo. De ahí la pregunta:

¿Cuánto estás dispuesto a ceder? Insisto.

Pues la imagen de un tipo esbelto, lleno de biceps y bronceado caribeño... ¿De dónde viene? ¿Por qué niños de 5 años intentan emular a un futbolista alcoholico que llaman rey? ¿Por qué se comenta en televisión abierta la vida de personas artificiales? ¿Por qué nos conformamos con una jefatura mediocre comandada por gente inutil? ¿Por qué permites que tu marido te golpee o te viole? ¿Por qué se juzga en foros la opción de escoger la maternidad o no, la sexualidad, la forma de vestir o de llevar el pelo? ¿Por qué debes vestir formal para ejercer tal o cual determinado cargo? ¿Por qué se permite que extranjeros vengan a adoptar a Chile y no se otorgan adopciones a chilenos? ¿Por qué debo sonreir si no me nace hacerlo y a la inversa, por qué debo contener la carcajada cuando algo me la provoca? ¿Por qué alguien puede creer que tiene derecho a tildarme de puta por tener sexo no estando en pareja, sexo apenas conozco a alguien, sexo con quien me apetezca????????

Por qué la gente tiene la maldita manía de creer que solo un reducido grupo de posibilidades son las que conciernen al deber ser y todo el resto es un contrasentido????

Nunca como ahora, las sociedades se han vuelto brutalmente opresoras. Personajes como Trump, como Kim Jong—un, Wenstein, Abreu, Piñera, etc., son a modo de ejemplo «situaciones» que informan sobre la temperatura de la realidad. Se trata de «fenómenos»  con adhesión, lo queramos o no, gente que representa a porcentajes de miles que piensan como ellos; un tipo enfermo que abusa, que viola; otro que cree que todo se arregla con acopio de divisas, el que sujeta bajo amenaza de exterminio; el bufón que le faltaba la presidencia para sus anales de alarde y el local cuyas costumbres son el reflejo de la forma de vivir en Chile, invisibilizando, cediendo, ocultando por regla de glamour, para acceder a un rol o qué se yo, porque la normalidad de los «hechos» impedía alzar la voz.

Al hablar de brutalidad de estos tiempos, no solo alego contra la tiranía del que detenta el poder. Para mi la opresión se consuma en el silencio del subyugado que no ha aquilatado el valor de su dignidad en toda circunstancia, porque claro está, ésto impone rigor, valentía, aplomo y arrojarse muchas veces a los leones con una previa en el cadalso bajo condiciones extremas de sobrevivencia. Lo sé. Pero yo me pregunto: ¿Qué me queda ai al menos no puedo conservar mi dignidad? Si no puedo decirle a otro lo mal que me trata, la manera absurda en que no es capaz de enfrentarme con respeto, con deferencia, no por ser alguien con cualidades determinadas sino porque simplemente soy ser humano como él o como ella.......

La brutalidad de estos tiempos se extiende sobre las esferas porque nos acostumbramos a salvar la incomodidad con cinismo, con diafraces, con muecas y hasta performances de houdini en donde más vale desaparecer, que enfrentar al otro. Simplemente, porque se puede, porque a un otro le place, porque es más FACIL, menos COMPLICADO, porque hay taaaaantas opciones para evitar la LEALTAD. Y mi lista de calificaciones podría rodear varias veces al Nacional.

Cada día que pasa me siento más sola. De no ser por las características de mi reducto, ni siquiera el nesting me salvaría. Es verdad. Yo se que son tiempos violentos, y no como los de Una Thurman que eventualmente pudiese sortear con estilo; son tiempos violentos porque no hay sentimiento comunitario, porque ya no remamos en similares direcciones, porque a las mujeres nos hace falta valor para reinventarnos ante las influencias machistas y a los hombres, sensibilizarse sobre las nuevas formas de hacer sociedad......

Nos hace falta dejar de ser estúpidos (o hacernos los...), revisar nuestro listado íntimo de opciones, en qué están inspiradas, salir de la caparazón diméstica, envalentonarse a ver el mundo globalmente considerado, dejar de estigmatizarnos, vivir al alero de gente incapaz que toma decisiones por nosotros afectando el destino y dirección de nuestras vidas. Incluso a veces, pienso en la desarticulada protesta juvenil, que exhibe la vagina, que aletea sus pechos a la luz pública, aún con mi crítica sobre ese alarido desteñido (tendría que tratar el tema en otra columna), @ún así lo encuentro un comienzo, un principio de acción—reacción, el germen de las primeras cosas como ha ocurrido desde siempre, desde los comienzos, desde que algún tirano del pasado quiso oprimir y NATURALMENTE, la dignidad humana se alzó. Porque de qué otra manera lo somos, de qué otra forma recordamos que somos seres humanos y no una pila de piedras arumbadas para la edificación de intereses egoístas de unos pocos.

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