Revivir...

A veces se me olvida que estoy enferma e intento avanzar. Me sumerjo en el día fingiendo que, a fin de cuentas, no es tan malo adaptarse a un programa, a una forma diametral de lo que uno es. Pero Luis me azotó en piso con apenas una linea: exceptuandonos a ti y a mi, que no somos sanos...... bla, bla, blah. Entonces lo recordé. Y entonces, me perdí. Nuevamente. Porque claro, a veces sí nos encontramos capaces de seguir intentándolo, remar como se dice porque tal vez, y solo a lo mejor, un buen día cercano las cosas graves, desaparezcan y demos con esa parte tan difícil de descifrar, esa que tampoco podemos explicar tan clarmente. Luis quiso ser psicologo pero sus propios baches lo secuestraron del proceso; yo quise dedicarme a la literatura pero al parecer, finalmente seré abogada. Y al platicar encontramos puntos de equilibrio por donde vamos encontrando por donde asirse. No es algo común. Lo sé, pero tras este voto de no sexo hecho hace unos días, hasta me parece auspicioso que a él no le gusten las vaginas y a mi me estén dejando de interesar los penes. Al menos, los demasiado expuestos y propagandísticos.

Creo que recordar la insanidad, no solo es para autocomplacerse en el recordatorio de fragilidad o exposición. También sirve para oirse. Por primera vez descubro entre mis pensamientos, diálogos conmigo misma, los que me llevan a vislumbrar desde cuándo solo sobrevivía, pues ofrecerse a cualquiera tanto como quedarse con tan poco, ayudaron a exponer el precario escenario al que me acostumbré. Y a quién no le ha pasado: entre la nada y la cosa ninguna... vaya que se hacen concesiones. Y puede que solo el verdadero amor realmente me haya salvado. De hecho, lo esté haciendo: solo al vernos y al querernos, la vida recupera sentido. Entonces, todo lo falso, se desvanece... incluso el hábito desquiciado de leer balbuceos de bloguero arrogante, que ya saben rancio de mascullar siempre el mismo cántico inspirado en el porte de su penego y que francamente, hasta se vuelven solución de tanto que restriegan discurso manoseado y lastimero.

Verse hacia adentro y entender que se fueron las muletas, es un primer paso. Lo demás, solo es cosa de tiempo. Tiempo que ya no sobra ni se descuenta, tiempo que empiezo a meditar cómo usar y a qué entregar.

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