Ayer.

Ayer, fracasé.
Ese es el razonamiento al que llegamos, ante situaciones adversas y límites, cuyo resultado no fue el deseado. Y hacemos este juico también, valiéndonos de mecanismos inculcados a utililizar, pues eso es fue lo enseñado y en base a ésto nos adiestraron.

Contrario a pronósticos fatalistas usuales, no hice amago de escándalo, no atribuí responsabilidades de ningún tipo a nadie, quizás en lo mínimo, reparé en el atraso de uno de los integrantes... nada que a la postre incidiera sustancialmente en el resultado. Lo curioso fue recibir una ayuda "extra". De aquellas de veras inesperadas. No obstante, tampoco alteró las circunstancias. Antes de sentarme, mi ser continuó perpetuando que determinadas cosas, no son para mi.

Pasó. Da lo mismo cómo. Es pasado.

Hoy es presente, ácido, raro, lleno de una condición suspensiva... y aun asi no por ello
el futuro del ayer presente y el pasado de este momento.

Las cosas son así y cuando las enfrentas con realidad y no con interpretación, el momento es duro instante activo. Pero es. Y eso a la larga implica ver, estar sin alucinar.

Y la vida, avanza.
La vida, continúo, incluso mientras se firmaba un acta específica.
Y por lo tanto, nadie te espera.
El flujo llama a seguir, entender que el merecimiento no es una performance de último momento, sino una creencia trabajada sobre la verdad. Y la verdad es construcción,  no fortuna.

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