BIOLOGIA DEL SER.

Biología del ser.

El año pasado, cercano a esta fecha, me hallaba en medio de una batalla con mi inconsciente. No es broma. Apenas unas pinceladas de Anteoposofía y Francisco (no sé si un gran manipulador o un virtuoso) lograba plantar la semilla de la duda: Para entender lo que era aquella, debía separarme de todo lo conocido... «lo otro, lo demás, lo anterior». Y solo ahora, todo se conecta...

Con algunos rarísimos ejercicios y la mente puesta en neutro, debía entender que la Antroposofía no era metafísica ni tampoco, filosofía... menos sicología (incluso transpersonal). Rudolf Steinner (he olvidado si así se escribe) sin duda era un gallo excepcional, no tengo dudas de ésto y de seguro por eso le creo al haber navegado en el corazón de tantas corrientes, interpretando un nuevo foco que no refutaba las otras disciplinas, tendencias o incluso la ciencia misma sino que intentaba ver, por qué eran limitadas y no daban la talla en lo que él quiso legarnos.

De no haber conocido a «X» mi cabeza no se habría enterado de este nicho de análisis; así como de Perec sin la existencia de Tinder, o de tantos otros agentes informantes e ilustradores, si no hubiese permanecido... conectado a algo más grande, por ahora aún inexplicable del todo.

Ángela significa: Mensajera. Y de haber puesto mediana atención en esta sutil referencia, quizá el camino pudo ser menos pedregoso (No desestimo el peregrinaje de Sisifo cuesta arriba con su rocón, para una vez en la cima, despeñarse cuesta abajo por el origen de su peso...); o tal vez no. Puede que pasara exactamente lo mismo, cada episodio, cada error engendrado en éstos, cada consecuencia y efecto querido o no... (discúlpenme si mi retórica es marcadamente tendenciosa hacia lo jurídico... estoy practicando para mi nuevo escenario), también cada una de las pausas destinadas a entender el ahora y como tal, el goce, la alegría, las emociones incendiarias, la pasión aleonadora, el vivir contemplativamente entendiendo el pulso de la naturaleza viva. Rugiendo. Puede que la misión sentida por desarrollar, fuese justamente, entenderlo.

Recoger esta hebra, data de hace al menos unos 25 años. En ese entonces Francisco Mouat publicaba semana a semana una Columna intimista de nombre «Tiro Libre». Pancho, actual dueño de Librería Lolita, es periodista connnotado, recordado por intervensiones en Apsis y por su elocuente amor al fútbol. Presumo que las cargas propias de los nuevos desafíos (emprender y escribir nuevos libros) suponían natural dejar de publicar la Columna, igual que ha pasado con otros Columnistas a los que tengo profunda admiración.  A él, sin exagerar, le debo mi drástico giro en la escritura: dejar de escribir ligero para comenzar a escribir grueso. Escribir grueso es olvidarse de la estructura semántica por un rato y oir la guata; coger esos alaridos y raros sonidos que empujan y hacer algo con ellos, lo que sea que deba construirse... relato, cuento, ensayo, novela o investigación. La influencia que este escritor tuvo en mi prosa es indiscutible, entendí que no podía parecerme a nadie, fui dándome cuenta de los detalles y cuánta importancia acumulaban de manera tal que a través de ellos, iría tomándole el pulso a los momentos, construyendo una vida poniendo atención en cuestiones específicas y extraer de dicho proceso, mecanismos apropiados para salir adelante. Sola, con poca instrucción. Cuando digo que escribir me salvó la vida, no es eufemismo. Es literal.

Con estos antecedentes, salté al hito de la antroposofía (no pienses que algo tiene que ver con el mundo de Sofía... ¡Ja!) y casi con una lógica ridícula, masqué el bocado y lo tragué casi sin digerirlo. Y como suele ocurrir cuando ingieres algo descompuesto, me intoxiqué. Cuando volví a comer, me dije: estoy recuperada. Enfermo que come, no muere. —Pensé.

Pero si lo digiero más detenida, no hay problema en la anticipación, de hecho es hasta normal y sana... quien no se arriesga, no gana (no se expande). Qué más sano que tener dudas e inquietudes y querer entender? (No controlar sino comprender). Desde que tengo recuerdos, existió esto en mi, querer entender, querer saber. Necesité siempre conocer cómo funcionaban las cosas, había una clara motivación por ir más allá, era como un juego, un juego que me llevó a descubrir que el entendimiento racional y sensato (no el único camino por cierto) era una herramienta poderosa en la construcción de un camino más equilibrado; no buscamos el riesgo y la aventura como dinámica para hacernos más fuertes, lo usamos como escudo para que el dolor se desvanezca, para no mirar de frente y fijo a lo que nos perturba y no podemos cambiar; las ausencias gravitantes, las pérdidas irreemplazables, la desidia respecto de la obligación, el rigor manipulador del libre mercado, la imposibilidad de no sufrir al vincularnos emocionalmente, pues todo nos hiere, de alguna manera, todo nos marca, es solo que consideramos diferentes mecanismos para hacerle frente... yo elegí capas y capas de saberes, de conocimientos, de relatos, de personajes, de inspiraciones foráneas; escogí entender, opté por buscar otras posibilidades. Creo que muy en el fondo, no quería conformarme con ser una micropartícula o mejor, un microgramo que no fuese parte de algo, de forma tal que siendo algo o aportando, lograría entender mejor el por qué de la existencia del sufrimiento y su imposibilidad de erradicación.

No importa cuántas veces uno se desoriente y salga frustrado de túneles. No interesa cuan abrumados estemos ante la impresión de haber hallado una nueva chance, un nuevo comienzo alentador para luego volver a derrumbarnos con peso similar al que nos relató Camus; la creencia sobre la inutilidad solo tiene asidero para el exitismo, no para el crecimiento verdadero. La importancia del sitio en dónde nos encontremos sólo debería adquirir relevancia para entender las conexiones, ver qué ha vuelto a latir, observar señales y símbolos, agradecer todos y cada uno de los mensajes recepcionados en nuestro corazón porque el ruido mental inventado que nos vuelve majaderamente egoístas, puede combatirse, puede mantenerse a raya, puede incluso ser doblegado. Es solo que el aprendizaje en su conjunto pleno, demanda toda una vida... incluso, varias.

Capaz que de haber partido por el mensaje dentro del mensaje, las cosas así visualizadas organizasen una hilera de muchas muñequitas rusas... imagino centeneras de matriuscas, una escondida en la otra, hasta ser tan diminutas como un microgranulo de esencia. Aunque ni siquiera sé todavía, de qué.

Me he sentido de este modo un par de veces antes y previo a ello, festinaba con las frecuencias y el bioritmo, me decía que algo estaba ocurriendo sin descifrar del todo lo que avanzaba silencioso, secreto. Y puede ser que de verdad la vida y la muerte tan solo sean otros hitos, momentos de climax tal y como ocurre con el anhelo de respuesta, los afanes de amor, la construcción e incluso, el destrozarnos... secuencias preciosas y mágicas entendibles sólo mientras te sueltas, mientras te diluyes y vas hacia el otro estadio. Porque después de todo, las mejores novelas son las que al juntar la contratapa con el resto de hojas ya deslizadas, te arranca un profundo suspiro, exhalación de consuelo,  emoción genuina de haber ocurrido algo grandioso y especial.

Y yo quiero que mi vida esté llena de estos milisegundos. Aunque nunca se llegue a la averiguación del por qué todo estaba así de interconectado.

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