De entre algunas fibras, entender la trama es la conexión. (Parte Final).

De entre algunas fibras, entender la trama es la conexión. (Parte Final).

De entre un montón de materias revisadas para afinar lo que resta, recapitular el pasado curricular de extraños créditos académicos ha sido de esas maratones predilectas de Murakami: escarpadas, violentas y voraces, enrevesada, dura, espinuda, solemne y a más de solitariamente ácida, valiente... No me arrepiento de nada, suena en mi cabeza sin audio de la Piaf. Le decía a alguien (juro que he olvidado a quien) que no había otro momento que no fuese este para concluir; no podía ser atrás, allá por el 2001 (tal vez, 2002), no pudo ser en el 2006, cuando estuve más cerca que nunca, ficticiamente...  y ya después ni hablar; el Derecho como tal, no me interesaba más. Tenía que ser ahora, justo en este momento, el adecuado para mi.

Y siempre hubo razones... Nos acostumbramos a crear realidades «personales» que adornan lo que bajo otras circunstancias se volvería imposible justificar; aquél hombre —apenas un muchacho por ese entonces— estaba destinado a irse, a ser desleal y deshonesto, a mutar de lo mágico hacia lo irregular. Y yo, estaba empeñada en perpetuar mi cuadro de víctima, simular que los tiranos continuarían desgraciando mi vida una y otra vez, hasta que la maldición se perpetuara hasta el final de los tiempos...

Hoy sé que una cantidad importante del argumento global, reside en un sencillo NO ES, NO FUE, NO SERA. Y lo fundamental, que mucha responsabilidad recae solo en mi. Estar en relaciones sanas y equilibradas, depende de uno, de nadie más. Y durante mucho tiempo tuve el coraje de franqueármelas aun cuando mi pronóstico fuese muy malo; hubo hombres en mi vida realmente buenos y maravillosos, pero ante los cuales no tenía recursos; mientras mejor era el sujeto, más terror me inspiraba, es decir más daño acababa haciéndoles. Y sin embargo, los desastrozos, los tiranos, los malandros, bueno, a éstos aprendí a coleccionarlos uno por uno; cada vez se puso mejor, cada vez podía refundar mi tesis de que todos acababan yéndose y con ello, el círculo estaba completado.

Pero entremedio de toda aquella vorágine conocí a Conrad, y del Sr. Mainhard brotó El Mundo de Las Cosas Aparte. Nunca imaginé que debía padecer tanto para hallarle un antagonista. Lo que sobrevino después, solo es una challa de infinitos colores y de lo cual solo conservo una hilación que redefiní para construir un buen relato. Nada más.

Si no hubiera estudiado Derecho, jamás podría haberme acercado tanto a los libros, y de no haberme cruzado con ellos en la dimensión que solo la U te otorga, seguramente, la historia sería otra... El Derecho, entonces fue una especie de suceso que creció a una velocidad que nunca comprendí del todo; mucho de lo relevante que me pasó en el atrás, aconteció al interior de cajitas de vidrio separadas de casi todo; en un instante usaba un diminuto vestido y al instante siguiente, un críptico  hombre se empecinaba conmigo al extremo tal que decide cambiarme la suerte... ya luego completo estudios... ya figuro sentada en un aula siendo universitaria...

El título preliminar del Código Civil aborda de manera acotada este asunto de la Ley. En aquél entonces, para mí era un concepto caricaturizado a lo Allie McBeal, a lo Se hará Justicia, tipo Los Practicantes y mirando hacia allá todavía no sé cómo fue que llegué a ese punto sintiendo tanta afinidad con la literatura, con el diseño, hasta con las artes en general... No tengo el manto de la certeza en mi sangre ni un un discurso heredado fundado en abolengos jurídicos de relieve. Incluso ahora que rebusco, hasta hubiese sido una gran chef.
Creo que Ernesto —mentor y amigo durante muchos años— tuvo mucho qué ver en la orientació exprés y en la voluntad condicionada; no siempre la libertad de elección va acompañada de un fondo para la educación. A veces, está todo, es solo que el orden de los factores puede alterar la percepción. No el resultado. Por cierto. Pero una vez ahí, decidí que esa opción era lo que había y aquella existencia era mejor que toda la vasta nada anterior. De eso me convencí. Y en base a esta dimensión tuve que seguir caminando. Pero construir sobre postulados ajenos, tarde o temprano siempre te pasa la cuenta (no antes, solo ahora podía ser: ¿Lo recuerdan?). Y yo no tuve exceso de suerte en este aspecto (doy fe que en otros, sí. Y qué exceso), por lo que tuvieron que pasar casi dos décadas para entender que el trasfondo de un postulado ajeno, siempre es el cargo y responsabilidad de su aceptación, por mucho que creamos que fue forzada.

En términos sencillos, en alguna parte me descolgué (puede que siempre lo haya sabido pero de tozuda, simplemente lo preferí enrevesado y complejo) y ese descolgarse en parte, implicaba perpetuar la tesis que es mejor no construir, pues construido, edificado, erigido... tarde o temprano se desmorona. De ahí que estos casi 20 años no haya edificado absolutamente nada material pues incluso, hasta perdí los efectos personales no una vez sino varias. Pero esa «desconstrucción» material, esa decisión (castigo sostenido, entrecomillas) fue lo único que me sirvió de verdad. No entendía qué era eso de tiempo real, no entendía que era estar aquí presente. Pero lo cierto es que lo practico desde hace mucho. Desde hace una parte importante de tiempo he sabido quién soy, es solo que puse demasiado empeño en reprochármelo, en juzgarme por ello, en desterrarme solo para perpetuar la tesis de la desgracia y de la infelicidad rotativa. Una necia, en síntesis. Pero en mi favor, diré que soy un centauro y que no soy excepcional como Quirón; tan solo soy una centauro más de entre muchos otros de mi especie y quizás en lo único que me le parezca, es que fui envenenada y que aunque sobreviví, tuve que lidiar con un tóxico de similares características... he debido vivir a medias a consecuencia del dolor que significó recuperarse a un envenenamiento de tales connotaciones. Así la cosa expuesta, mi principal mecanismo de autoayuda fue la escritura; sin la lógica del Derecho, tal vez nunca la hubiera desarrollado. El Derecho me permitió algo esencial, llevar orden hacia donde solo existió caos y sacar drama desde donde no existía ni siquiera esperanza.

Si conecto los cables, ya no importa qué fue (huevo o gallina), no interesa por qué (lo concreto es entender para qué ocurrió de tal manera y no de otra amparada en «deseos»); lo relevante es lo que subsistió contra todo pronóstico. En este sentido, cada magnitud de todos y cada uno de los torbellinos en que me he visto envuelta, tuvieron su razón de ser. No hay otra manera, no hay otro modo (One Way, Carlos... ONEWAY, FOR EVER). Claro que ahora muchas circunstancias exhiben su dimensión precisa. Diría que hasta justo. Por ello, la novedad que nos envuelve debe ser capitalizada para que la esencia se potencie; no es que haya cambiado mi ser, eso no ha ocurrido. Lo que varió está asociado al entendimiento del eco interno; nuestro propósito, pero no aislado sino en convergencia con los otros y dentro de una vida real, con efectos reales y con objetivos concretos para los cuales vale replantearse la vida.

Por lo tanto, le he dado la mano a esa parte de mi vida que desprecié, para reconciliarme con ella, para usarla en lo que venga y hacer de su aplicación, un modo decente de vida, con proyección y destinado a el logro de metas más solidarias y colaborativas. No se puede vivir fingiendo que se está mejor solos, pues tarde o temprano, entendemos que el miedo es una tremenda ficción... come??? Claro que sí. Destruye??? Casi siempre. Pero hasta el miedo se diluye si empezamos a entender que no se trata de vivir sin él, sino de cómo debe administrarse para que no nos impida seguir o avanzar.

Por último, el miedo proporciona una falsa ilusión de certeza, es decir: no gastaré esto o aquello pues no sé si tendré... no me arriesgaré con alguien más joven pues de seguro de dejará, no enfrentaré nuevos desafíos porque no sé si voy a ganar, no le diré me hace falta porque me da miedo el rechazo......y tantos otros ejemplos. Entonces el miedo se vuelve un fundamento poderoso que nos limita, nos ordena en función de sustraernos del desafío, de la ambición equilibrada, del competir con uno mismo para desabrocharse de lo que nos daña...

La CPR consagró en las Bases de la Institucionalidad que todas las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Desde mucho antes que yo naciera, existió una norma hipotética fundante como esta Carta que da vida a todo el resto del Ordenamiento Jurídico; mucho antes de que pudiese decidir tener que luchar para poderme sentir realmente util y capaz, un grupo de Intelectuales estructuró y definió que un esencial doble principio (que emana de la corriente del Iusnaturalismo) como lo es la Igualdad y la Libertad, informase la esencia en las Bases de nuestra nación. En la retórica, suena espectacular, puede que si. Pero el asunto es que entremedio de mucha locura descubrí que sí creía en ello y que la orfandad —subjetiva, de hecho— muchas veces provino de la circunstancia de no sentirme lo suficientemente valiente como para exigir el cumplimiento de aquella premisa garantista. 

Para exigir, debemos sentirnos merecedores y para ésto, sí o sí hay que entender quién se es y dónde estamos. Sólo así se está preparado; desde este umbral es desde donde comienzan a suceder las verdaderas opciones sólidas, sin realidades parciales, sin construcciones anómalas... no se trata de no tener miedo, se trata de cruzar los límites aún con eso, aún a medias, aún partidos o rotos.
Asumiendo que el riego es libertad
Y que todos estamos en una posición en que la consideración básica parte desde la igualdad.

Y yo quiero edificar sobre estos pilares.
Por fin y al fin.
No podría haber pasado antes, porque la realidad solo acontece en el ahora.

Venga Valiente.
Es mi hora.

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