Leerte.

Puede que tengas razón en un asunto objetivo. Puede que en verdad haya dejado de oir hace algún tiempo. Pero sabes, muchacho... no sé qué tanto lo mire como error, deficiencia, irregularidad o defecto; tiendo a observarlo como un mecanismo de defensa activado de repente y que cuesta reversar del todo... apenas me incliné a escuchar, me fue pésimo. Presumo que mi organismo automatizó el umbral de riesgos en este sentido y al discriminar, lo hace de regular a mal.

Siempre termino oyendo lo que no debo y los forados dentro de mi, aumentan su diametro.

¿Será posible que la expresión «escuchar» de Hemingway fuese eufemismo? Y siendo una «sutileza» majadera, ¿Podría reinventarme un código personal para asestar en las partes que mi corazón seleciona?

Me siento infinitamente cómoda en la elección de ciertos tipos de soledades. Es verdad. Aunque todavía me quejo de ser invisibilizada en tantos aspectos... ¿Puedes creerte tamaña incoherencia?

No sé cómo ni en qué parte, te convertiste en un faro. No pido nada de tu carne, pues esos pedazos malacostumbran la posesión; contigo prefiero la mera tenencia pues siempre reconoceré que tu única fuente de dominio, la administras tú mismo. Mal nos hace el apego y sin embargo, a la larga, siempre buscamos un faro.

Yo quiero que tu alumbres mi cabeza.
Yo no quiero que alumbres mis fantasías.
Debo aprender a edificar mundos paralelos en donde todo eso lo surta yo misma, en donde tú pongas un compás para triangular significancias que nadie ve, o a lo que huimos por cobardía.

Creo que tampoco te oiría mucho. Lo sé. Porque somos tan parecidos a veces. Pero si te leería, siempre. Incluso cuando mis ganas menguen, cuando la respiración se torne difícil o cuando el rumor de las olas apenas me digan de ti. Pero continuaría buscándote entre líneas.

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