Antes de los milagros.

Me encuentro entre 3 líneas de información: el dogma suigeneris que insta a reformular el origen de casi todos nuestros problemas emocionales... la consigna arrasadora sobre el hecho que, el pan nos estaría volviendo una tropa de imbéciles y Simone, la de siempre, removiendo chispas argumentando los por qué —ya en los cuarenta y tanto— el hombre despreciaba en exceso a la mujer, reduciéndola a la «utilidad» por el uso de su útero, descartando eso si la cualidad  subjetiva de la femeneidad...

Siento estar en alguna instancia parecida a los preámbulos relevantes, instantes prematuros —en todo caso— y por lo tanto, incapaz de hilar algo contundente todavía. El antes inmediatamente ambiguo a lo otro (cosa/situación) es como un campo minado; nunca se sabe qué sucederá. Tengo una impresión definida en cuanto al mapa anterior; no cabe diagnósticos adicionales, ya dicho todo está. Y no por eso sé algo adicional al instante en que pensé, podría engañar y hacerme la viva. Eso es imposible, salvo en la fantasía construída a partir de una interpretación parcializada de cualquer escenario que se nos presente.

Pequé de ignorante, y abusé de mi ya clásico exceso de confianza. Pretendo que eso no vuelva a sucederme, o al menos, me prepare para mitigar el máximo de efectos adversos producidos —eventualmente— a consecuencia de la tozudez. Supongo, entonces, no sea casual esta hermosa triangulación de afluentes literarios... estas incidencias en caso alguno son casualidad, eso lo se bastante bien. Debe ser por eso que a un lado exista esta redirección hacia un origen más tierno y benevolente, en otro una crítica constructiva que estimula tal vez plantearse un verdadero stop orgánico y en otro, ya más elitista, el deseo de toda la vida emparentado con las ambiciones de perfección, sello, canalización... legado.

Puede que mucho antes visualizara esto de que: el milagro es la prestación directa del amor (primera vez que hago una broma intelectual tan elaborada...). Justo en ese antes que la pulsación acelera el corazón no debiendo imputárselo a nadie (hombre en particular), perfectamente abordable desde la contradicción de vetarlo, en consecuencia que la Beauvoir sí reescribió cualquier etimología del concepto a través de su singular vínculo con Sartre.

Pre—siento que sentir se puede.

Y el sentir aludido en nada se emparenta con los cuerpos, con las posesiones, con lo factico del entendimiento a cualquier escala... es un sentir exacto antes de comprender que ha significado vaciarse en extremo. Si el milagro da cuenta de la existencia del amor, pues al manifestarse como lenguaje atestigua su atmósfera, su poder, y la legítima sanación que comienza a aflorar por el solo hecho de tal reconocimiento... entonces, el gluten ha sido la muralla para llegar a este descubrimiento y el manifiesto de Simone, prueba ineludible que los catálogos se desploman y desaparecen si la mente deja de interpretar y permite al cuerpo, expresarse.

Sigo creyendo que la información es el único alimento vivo. Pero, consumirla a destajo sin salud, puede volvernos hacia una miseria permanente. No toda la información es material valioso y no todo lo valioso constituye información. Algunas cuestiones versan sobre las antesalas ajenas, y construir nuestro mundo en base a la opinión de otros es limitarnos al campo de la interpretación calculada. Hay que salir a reorganizar casi todo, menos lo que dice una mente sana. Pero, claro, llegar a este punto de sanidad va más allá de la higiene física; hay que operarse de algunos tejidos muertos. Eso, para apenas partir.

Lo que sí se es que durante mucho tiempo y a nivel muy inconsciente, repetí que no merecía un montón de cosas. Incluso, indirectamente al censurar una conducta ajena que exudaba exceso de libertades, implícitamente diagnosticaba un abuso, una falta de protocolo, un desborde sin entender que era yo misma sufriendo por lo que me había obligado a suprimir en mi. Hay etiqueta? Claro. Pero la escavitud se abolió hace mucho y mientras no soltase mis amarras, nada realmente cambiaría en mi.... hay que admitir todas las bajas pasiones, toda la escoria, toda la malignidad que hay en uno, y quizás desde ese punto realmente se emerja. Y se salga a flote de verdad bien.

No como antes, sino como la naturalidad del milagro de solo ser; a veces lleno de equivocaciones, pero ser al final de cuentas.

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