Elecciones.

Hacía un montón de tiempo que no veía a Cristián. Y fue muy bueno sentirlo como en los viejos tiempos. No recuerdo desde cuándo vive fuera de Chile pero ha de ser hace muchísimo tiempo; cuando él estaba aquí, todavía existía el cine Rex de huérfanos...

Lo puse al corriente con un resumen pormenorizado y lo primero que hace es interrumpirme al mencionar un nombre sobre el particular: ¡Acaso no ves televisión, mujer! —Soltó en tono de reproche. Y luego me contó un par de historias cruentas sobre diversos tipos de engaño de gente con experiencias a través de internet. Y a ser verdad, solo en ese momento se me apretó el estómago.

Con todo el drama anterior vivido de errores de identificación y acosadores imposibles de pesquisar, tuve que aceptar las limitaciones e intentar vivir con las desconfianzas; en un punto, hacer reflexión sobre el derecho ajeno y mi aceotación o verdadera tolerancia ante la nueva actitud universal de simplemente, NO DECIR NADA, no aclarar, no explicar, no demostrar, etc. Tuve que. Esa es la verdad. Pero en caso alguno significó que haya logrado asimilarlo o asumirlo de una forma llevadera. Supongo que para cualquier perspectiva, igual dolerá: si no hay una verbalización, hay desinterés?? Si la hay pero es despota o majadera?? Si hay un desvío o desaparición intermitente??? Hay un sin remedio que me arrastra a la desconfianza. Hoy, viene de la mano de mi amigo quien me obliga a hacer conciencia y a razonar que estoy construyendo castillos sobre arena.

Me contó sobre su propia experiencia, sobre el tremendo daño que le causaron estos años y del túnel que atraviesa. Entonces, saboree un cierto tinte de pérdida de objetividad, de aquella parcialidad tan nefasta cuando nos rompen el corazón (expectativas) y me dije que no era bueno contaminarme... el problema fue que tras oir sobre narcisismo, falta de interés, egolatría y daño colateral tras toda una vida de golpes y arremetidas de la vida injusta, entendí que el virus, ya estaba incubado dentro de mi. A lo menos, se trata de una situación atípica muy difícil de procesar para alguien como yo, tan llena de reparaciones, enmiendas y parches.

Mi amigo no se parece en nada al hombre que dejó Chile hace tantos años, no solo es un asunto de su delgadez, de su pelo tan crespo y salvaje, se trata más bien de su mirada perdida y del cansacio revelado a través de unas inmensas ojeras. Sentí tanto amor, tanta necesidad de apretarlo en un enorme abrazo (de esos que reparan fibras dañadas), pero él me instruyó en detalle sobre las cuestiones que ya no era capaz de hacer.

Y entonces me puse a pensar en lo que quizá, no estaba viendo, los muchos otros motivos por los cuales las otras personas no respondes del modo previsible, o del que se espera, actúen. Me dije que tal vez solo es NO, de no sin carga, un no que jamás se te explicará por el solo calibre de su contenido, porque si existe el SI, por qué no podría ser NO y punto. ¿Por qué debe existir una explicación a los NO que se nos ocurre profesar? Pensé en la creencia de no sentir que sea necesario explicar el actuar, porque no se tiene costumbre o rito internalizado, porque no se da en el día a día, por reservas y forma de ser, por privacidad, por intimidad, por soledad, por bronca, por probar la resistencia del otro y determinar su nivel de intrusión, para distinguir si el otro respeta o no los metros cuandrados, por la independencia emocional, por depuración extrema, tanta que se cree no necesitar nada ni nadie más, que los recojo solo cuando me apetece y cuando hago espacio para ello, por anymus, por hedonismo, porque no se dijo toda la verdad y hay ahí temas que te apartan de la disponibilidad... por retorcidos montajes que ya se ven superados a sí mismos, por tincada lunar, por miedo, por jugar con las emociones ajenas, porque sí no más...

En todos los casos, si evaluaba que perdía, entonces se trataba de cualquier otro sentimiento, menos de amor; si obras desde la carencia esperando que un otro venga a completarte, entonces siempre se sentirá como un hoyo que no se regenera con nada. Esta es la evaluación que cualquier persona sana, haría. Pero yo, no lo soy ni estoy. Ergo, el virus se ha desparramado.

Como algo de conciencia tengo, tuve que desplegar el famoso control de daños; activar mi protocolo de seguridad antiterrorista, e iniciar un período de «cuarentena». Si entremedio de ello recibo solicitud de visitas, entonces sabré a la usanza antigua que, sembré algo bueno y que eso dio frutos, nadie puede ufanarse de ésto de buenas a primeras pues la incertidumbre es siempre una espada que nos atraviesa y tiende a dividir en dos. Si no pasa nada, entonces deberé aprender a lidiar —una vez más— con el golpe, con la forma de su impacto y la manera que despliegue administrar en qué lugar deba acomodarse en su momento. Más, no puedo hacer. La realidad nos impone hacernos cargo, dejar de patalear, parar de sufrir pues el romanticismo acarrea mucho drama, drama que en esta parte de mi vida no puedo acarrear hacia adelante porque necesito avanzar y en ese avance, necesito considerar lo más importante: a mi misma.

Si me quedara pensando en que no concito interés, en que no despierto ganas de encontrar, de estar o lo que sea, entonces no habría aprendido nada de haberme rodeado de tanta gente rota, o descompuesta. No tengo porque creer que siempre será de ese modo. Al contrario, siempre puedo regenerarme, siempre puedo cambiar hacia otras creencias menos enfermas y desconfiadas.

Siempre puedo elegir qué creer y en quién. Y elijo creer en mi.  Lo demás, es solo una parte y yo decido qué lugar ocupa en mi ser.

Comentarios