Más allá del mensajero, su mensaje.

A veces despierto así, tosca y burra como mula... Me he subido al ascensor en estado catattónico y la consecuencia sufrida por mi vecino quedó a la vista. Sé que es feo ignorar a los demás, supongo que al ponerte cara de..... sus intenciones no son del todo desinteresadas; no profeses saludos si el origen es falso... melosos de buenos días o bien, te juzgan sin saber cómo le sobreviviste a la noche anterior. No lo sé. Pero en cualquier caso, no quería y ya. En días como este, no me place hablar y es difícil... mi labores de oficina imponen relacionarse (nos) con gente detestable: ¿Por qué lo hago, entonces?

Por la misma razón que tantas veces desplegamos repeticiones de conductas desafortunadas y hasta insoportables para nosotros mismos, solo para un cumplir absurdo de convenciones añejas, aunque no por ello, invalidadas en lo cotidiano. Claro que puede deberse al modo zombie. Nadie se salva. Y llevo un rato medio largo trazando el mismo cambio trabado...

Proust estaba en la cabeza de Eduardo tanto como en la de Alejandro, mis amores entrañables, los mejores amigos de esta vida. Al Eduardo, le apasionaba su meticulosa forma de alargar los párrafos de modo tal, que más se sentía como un sendero en el que se viaja buscando la pertiencia de los ecos aislados, y en los que nadie reparaba. A Alejandro en cambio, le impactaba más la transversalidad y aplicabilidad del eco inmediato, es decir: como te impacta entender adónde se fue realmente nuestro tiempo perdido.

En ambos casos, las charlas ahondando nor regaló charlas de antología. Joyas de esas que se guardan entremedio de terciopelo... Yo tendía a creer que Proust era un ocioso encubierto y descubridor solapado de las sutilezas más ridículas pero rentables.. cada pequeño cuento de desazociego aumentado con pimienta existencial, vende. Y no poco.

Tendí a reirme mucho en algunos pasajes; no es fácil degustar cuatro tomos que no necesariamente se encuentran íntimamente comunicados, pero al reelerlo después de mucho tiempo, la opinión puede que esté csmbiando. Me he preguntado una vez más adónde va a parar el tiempo que no se recupera... las noches sin dormir, qué pasa con esas horas de sueño en que somos expulsados de los brazitos de Morfeo??? Por ejemplo.... Pero lo importante está en otro saco.

Proust se refería al tiempo perdido en que no aprovechaste el curso de dicha movilidad, lo que suele quedar atrapado entre celdas o capas, las cuestiones que la lógica indicaba hubiese podido hacerse a fin de cotizar el deslizamiento de ese devenir en que debiste gestionar, o aplicarte para el incremento de las acciones con propósito, objetivo o metas concretas. Pero también el matiz incumbía a lo que no podemos remediar; hecho el desastre de no atesorar, de despreciar (ya procastinando, ya fracasando por diversas negligencias) y en ese sentido, más me pega en el presente.

Dios sabe cuánto extraño a mi Edu, tanto tal vez que a veces proyectamos en otras personas el dolor que nos provoca la ausencia de un ser querido... lo he visto cientos de veces, a veces con gente desgraciada que no escatima recursos en para desparramar su amargura, otras tantas con la voracidad a la orden del día, e imputando responsabilidades a otros para sentir algo de añivio, expliicación, balancear la carga, o qué se yo, inventarnos una idea loca que decore los muchos mecanismo binarios que adptamos para entender la vorágine del día a día. Nunca me enteré que Eduardo Hernández padecía un sufrimiento de tal magnitud que, en algún punto lo orillaría a quitarse la vida. Nunca me enteré cuáles eran sus verdaderas aflicciones, porque siempre lo vi serio, compuesto, lúcido y lleno de vida, tanto así que siempre fue mi árbol con más sombra...

Con Alejandro siempre las cosas fueron diferentes; quererlo como hombre apenas fue una anécdota de juventud comparado con el tremendo cariño y lealtad que nos hemos profesado desde que ambos existíamos en los veinte y tantos. Lo conocí —como narra él mismo— incluso más que sus propias neuronas razonando en objetivo zen. ¡Ja! Y es verdad, no lo hubiese detectado más si lo hubiera parido........ pero los tres siempre coincidimos en algo: ir en la búsqueda del tiempo desperdiciado, es visto como inutilidad sólo después de constatar lo arrolladora que es la vida en el apogeo de su dureza; el tiempo jamás vuelve, aunque le pidas que regrese. Lo que no hiciste cuando debías, no se reversará, la utilidad de ese margen, lo pierdes indefectiblemente.

Esbosé hace muuuuchos años atrás mi teoría sobre las preciosas escenas que el ojo es solo capaz de captar en milisegundos, los que puede enmarcar gracioso en recuadros perfectos y que te llevas contigo a la tumba, es verdad. Esos milisengundos, según yo, son la única autoridad competente que desvanece cualquier dictamen o sentencia sobre pérdidas de tiempo, sobre desperdicios, sobre vestigos de lo que pudo ser y no fue... Lo que sucede dentro de aquellos milisegundo repara tejidos, mueve montañas, cambia los rumbos; a veces ese miliser nos empuja a entender que nada se ha perdido realmente, que aparte de la dimensión cronológica de las vetas del tiempo (a modo de exigencias) existen más factores que ayudan a procesar, ubicar y entender los procesos dentro de nosotros, que la forma útil para unos cuántos no nos sirve a todos, que el rigor y el esfuerzo se aplaude pero que no se aplica transversalmente, y ésto no es ni bueno ni malo. Solo que es diferente caso a caso.

He ido recordando estas conversaciones con mis hombres importantes, y admito sentir una enorme nostalgia, pero no me derrumba pues la reubico dentro de mi emocionalidad y entiendo que fueron grandes momentos y crecimiento en muchos aspectos. Y recuerdo la dimensión diáfana de relaciones limpias, de relaciones sanas desde donde extraje gran parte de lo bueno que llevo hacia adelante, amigos entrañables dadores de un amor indescriptible, puro, bello, inagotable. O eso es lo que me acostumbré a internalizar para blindar la parte de mi que necesitaba avanzar. Hoy miro hacia otro lugar y compruebo que los decálogos sobre deber ser son mucho más duros, enérgicos y severos y en donde tus competencias y habilidades están permanentemente colocadas a prueba y en donde además, la sensación de orfandad arrecia pues quejarse invoca el masculleo, la crítica densa y el desprecio al declarar que hay en uno un deseo simbiótico de ser atendido, cuidado,  protegido, aceptado aún con nuestras limitaciones y dobleces. Llegar a incubar pensamientos que nos llevan a creer que hemos errado el mostrarnos tal como somos, es muy por lo alto la peor de las inutilidades y desperdicios de tiempo. Incluso si alguien tiene opiniones sobre nostros de la naturaleza que sea.

He caido en la cuenta que relativizar mis incontables negligencias a la hora de desperdiciar la vida, solo me pertenecen a mi y que estoy demasiado vieja como para chillar si otros no lo comprenden y aun joven para ser determinista y creer que no voy a voltear la página un buen día. Lo que más me deja de todos estos pensamientos es que estoy lejos de cambiar automáticamente pero harto más cerca de iniciar una travesía diferente. Lo bueno es que mi concepción del tiempo ya no tiene un sabor agrio, he oscilado hacia otras direcciones y estas faltas o errores en el hacer, administrar, lograr y crecer, ya no poseen la carga anímica de pérdida ireversible, ya no son tan desgraciadas como solían serlo (tampoco es conformismo). Creo que se trata de un orgullo diferente; una pequeña chispa prendió la mecha, es cierto, y ocurrió en un intervalo de tiempo que no puedo circunscribir en un punto x porque simplemente, no es catalogable. Solo sucedió.

En esta parte de mi vida estoy en neutro, pero mucho más a tiempo para casi todo. Y debe ser porque tal como me dijo Dios una vez en revelación de sueño: A veces, el mensajero no es importante, a veces lo único que realmente importa es lo que uno siente anacrónicamente. A veces lo que importa es el mensaje. El contenido



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