Tu mano invisible...

Me vine caminando desde tu casa. Qué buena charla... hacía tiempo que no bajaba por Bilbao, te acordarás las infinitas veces que debíamos llegar hasta la Fundación López Pérez, primero por mamá, luego por la Elena y más tarde por mi... se me había olvidado todos los recuerdos que quedaron impregnados en ese circuito. Tú te los sabes de memoria.  Eso lo sabemos de sobra.

En estos días me demanda mucho esfuerzo ir a visitarte, te elegiste un santuario demasiado lejano para mis gastadas zapatillas y aunque sé disculpas que me de esta licencia se distancia entremedio de un conflictivo paréntesis, no quiero que pienses que acudo a ti, solo cuando me encuentro agonozante. Ya perdí la costumbre de pedirte cosas extravagantes, hace tiempo que asumí un acuerdo tácito sobre lo que no podemos mencionar y las muchas cuestiones que desapruebas pero que no apartas de mi, por esa cosa del libre albedrío. Ya ves, he cambiado, hoy te he pedido expresamente que me declares interdicta y que hagas lo que deba hacerse.

Quiero agradecerte por la enorme paciencia con la que atiendes nuestras pláticas, aunque la gran mayoría de ellas tiende a versar sobre lo mismo; por el momento, no poseo visión infraroja, no tengo súper poderes ni dejo de cagarla, como se supone iba a ser tras ciertos episodios de remisión exprés en que estuve a prueba. Y debe ser por lo mismo que más me sorprenda, por tu permanente capacidad para entender y para responderme siempre lo mismo:

Ángela, hagas lo que hagas, yo siempre voy a quererte. No me interesa tu apariencia y a contrario a lo que crees, nunca he quitado mis ojos de ti, porque mi fe puesta, nunca ha variado. 

Y puede que esta vez, te crea más que todas las otras veces, porque sentí tu mano en mi espalda, y se que no hay otra explicación posible.

Esta es la parte en donde me comprometo contigo a apartarme de todas esas cuestiones que con gran evidencia, sé y producen un enorme daño, la parte donde por enésima vez reseteo el celular y quito cualquier huella de nocividad, esa instancia en que me digo que es foja cero. Y también la parte de la situación en que no me dices nada, y solo me contienes.

No creí que llegaría tan lejos.
A veces me lo cuestiono tan seriamente como me es posible y ya ves, no todos aman a las locas; hay hombres que las detestan, que las entierran y de paso, les hacen un gran favor.
No sabía que la vida a veces reinicia en las azoteas solitarias.
Pero ya sé, que estás en todas partes.
Realmente, en todas.
Puede que necesite otras veces de esa mano invisible; dejémoslo en suspenso.
Capaz y esta vez no tenga el ánimo de irme.

Gracias.

Comentarios