Verdades.

Tengo oscilaciones de tristeza recurrente. Le colocaron un nombre sofisticado antes que pudiese darme cuenta: Ciclotimia, le dicen. Y es pesado a veces. A veces me vuelve alguien insoportable, vivir afuera de los marcos, suele agravar la percepción de esa condición. Catalina me dice con su choreza de los dieciocho que le doy demasiadas vueltas a las cosas. Y es verdad, no tengo ni ánimo para llevarle contras.
Sin embargo, hoy tengo más herramientas para atajar el vuelo de la tristeza... La Veillèe de Yann Tiersen contribuye a difuminar los contornos, he sido buena en ello, he encontrado los acordes precisos para desdibujar los pesos de ciertas cicatrices. Pero esta vez estoy atrapada en el medio y me gusta sentir que mi fe se cuestiona. Es verdad que Dios no es es igual para todos; para algunos ni siquiera existe y para otros, se viraliza a ultranza, fijando la catolización y la impunidad del vestigio judeo-cristiano. Yo no quiero imponerle a nadie mis creencias pero si necesito que se respete la fe puesta en lo superior y cómo obra con una magnitud impresionante.
No puedo explicarle a una adolescente, cuántas conversaciones he tenido con Dios todas las veces en que no tuve lo mínimo para comer, o las muchas veces en que erré y sin embargo volvió a abrir tanto puertas como nuevas ventanas, ese incalculable fuerza suya para mover hilos y su nula intervención cuando tantas veces me azoté contra un mismo muro, por ese asunto del libre albedrío. Me costaría mucho predicarle y evangelizar cuando en verdad, yo también muchas veces pierdo la paciencia y siento rabia, o pena, o sentimientos encontrados por ciertas actitudes de las personas. Pero sí es cierto lo que dimensiono que debo decirle:
Si no depende de nosotros, entonces hay que soltarlo, soltar amarras, miedos, pecados, culpas, pesos, rabias, miedos, contradicciones, luchas internas, esa constante expectativa sobre el actuar ajeno; montones de actitudes jamás saldrán de ciertas personas, aun con nuestras necesidades hirviendo, aun con nuestra manera de exigir solo porque creemos que deben darnos........ En estas cosas si es que creo y sí siento debo decírselas. Aunque no siempre encuentro el modo apropiado ante su fragilidad e intolerancia a la frustración. Yo apenas me he graduado en ciertos aspectos.
Sé que estoy meláncolica porque lo siento y porque la playlist solo contiene temas de Tiersen, y eso pasa en épocas en donde las emociones se entrecruzan; preguntarme inútilmente por qué a algunos todo se les ha hecho fácil y a otros, tan cuesta arriba. Y sí, nada bueno he sacado de interpretaciones binarias, pues qué se yo de la veracidad de aquél fácil recorrido v/s lo duro del otro. Son visiones egoístas cargadas de referencia personal y carentes de sentido cuando debemos hacernos cargo de nuestras decisiones...
Me gustaría poder decirle que de verdad Dios existe, como existe el hecho de que, con los ojos cerrados, sientes un abrazo, un beso, una caricia, porque aunque no estás viéndolo (a), lo sientes. Y yo, ya he pasado toda una trilogía de novelas con demasiada orfandad, ya no la siento más, ya no la adopto más.... decirle que es tanto lo que creo en él, porque una vez, con hambre y con furia, lo invoqué, le reproché, lo cuestioné por haberme abandonado y él puso abrigo, alimento, techo, todo eso delante de mi. No solo ha procurado mi bien material (el universo proveerá), también me ha calmado cuando me he visto sin energías, sobrepasada de drama y cansancio, verdad que ha estado. Y si lo pienso bien, me ha mostrado tantas veces el camino, tantas veces ha secado mis lágrimas, tantas veces ha sacado la maleza de mi entorno y la propia, de mis vigas... Por eso tengo fe en él, porque no es una fe absurda, es una fe recorrida que a los cuarenta y tantos, se estremece atestiguando la perfección de su obra, de su mano y de todos los cuidados detalles orquestados para cada uno de nosotros. Verdad que sí.
Creer no solo es un acto de fe pura y simple. Creer debe ser el más increíble acto de amor y de entrega, porque si crees en algo superior, en algo que te conduce hacia casa para que seas en ti y en tu real necesidad, entonces todo está hecho. Si en cambio dejas que el deseo te sobrepase, aparecen todas las dolencias de la tierra, los zesgos, la apatía y la necesidad de control.
Y puede que de pronto haya entendido algo tan superior a mi, a mis tontos reproches, que abruma, pero no para quedarse en el mismo sitio, sino para crecer, para volverse alguien mejor, alguien que tiene el amor universal dentro de si. Alguien que ha entendido por fin qué es el verdadero amor.
Que la obra parte con uno mismo.

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