Avanzando.

A bordo de la micro y con tiempo, uno descubre un mundo surreal o yo me lo armo, que puede ser bastante más preciso. Viajaba la micro su recorrido por avenida providencia a la altura de Infante (no tengo idea de por qué siempre me ocurren estas cosas...), la micro se refrena brusca a causa de un auto que se le interpone. Más yo, me voy hacia el costado perdiendo de vista el foco del barullo. Y me pasa que me detengo en una feliz circunstancia, tal y como acudía a hacerlo en la infancia: una mujer baja rauda de un transfer, mientras la luz da rojo... arrastra una maleta negra inmensa, incluso más que su pequeña humanidad y me fijo en que, el cierre de en medio, entreabierto, emula una enorme sonrisa al tiempo que unas etiquetas paren estar armando el guiño de un ojo figurado. Me largo a reir de buena gana y la gente se me queda mirando como si estuviese demente. Eso me hace más feliz; bajarme en la cuadra siguiente me libera de las explicaciones.

Cuando era chica solían ocurrirme este tipo de cosas, mientras más adversa fuese mi situación global, más surreal se comportaba el entorno, cosa bastante balsámica teniendo en cuenta que el horozonte cercano siempre marcó los defectos, los déficits, las limitaciones y los km de distancia para lograr hasta lo más básico. Quizá por eso, hacia el presente, asistir a esos pequeños espejismos en medio de un denso desierto, me compone.

Tendemos a creer que la estructura lo es todo. Levantarse temprano, ir a la ducha, evacuar residuos, lavarse los dientes, toda la secuencia de actos cotidianos y acoatumbrados que ponen al cuerpo, en movimiento, como un reloj al que se le da cuerda programada para acometer su función: tasar el tiempo.

Pero yo, encontré una pequeña brecha en ese acto repetitivo y me dije: Vamos, que tal si lo haces diferente... ¿Qué tan malo podría resultar? No tengo la más mínima idea, y puede que tampco quiera saber tantas cosas, acaso un par de definiciones para entender a qué he de entrarle con ingenio.

Muerto el perro, se acaba la rabia, reza el refrán. Y sí, puede que esa sea un síntesis perfecta para comprender que estructura, no puede fusionarse con cárcel. Y al menos en mis decisiones, va quedando despejada la duda.

He comenzado esta semana, desempleada, quebrada financieramente, pero más lúcida y atenta que otros momentos de mi vida en que sentarme a degustar lo que fuese, operaba como recompensa....... La visión de este momento, es distinta, pues ya no presumo de nada. Solo sé que es un punto de partida, un deseo de querer hacer las cosas, bien, sin la tragedia encima y convencida que aquello de que no se puede vivir de lo que amamos, es un engaño para suprimirte el deseo, las ganas, el riesgo, la búsqueda.

Si hay respiración, siempre habrá reinvención.

Porque sin la imaginería que te hace descubrir, es como una ranura para mirar entremedio de las brechas, siempre creativos, siempre visionarios, siempre atentos a optar por una vida más coherente.

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