No hay dónde esconderse.

Siguiendo con este asunto sobre el pudor a ser como se te ocurra, el capítulo de este día se escribe en pleno corazón de Providencia, territorios en donde claramente, el pudor no es tema pues a todo el mundo le corre sal por las venas. He lllegado a sospechar que ea más fácil imaginar qué tan contados son mis días a que la gente se haga una somera idea de proxémica y otras hierbas; el tiempo no adorna mi falta de humor en estas lides sino, exacerba mi odiosidad cada vez que ciertas personas son incapaces de respetar los metros cuadrados que no se refieran al perímetro de su ombligo. Acá la gente flota en la incongruencia, atontada en el clamor estridente del cibernoel, no cacha ni siquiera que puede estarte enrostrando el culo, enajenada en una vitrina mientras una, solo quiere desaparecer en la orilla extrema de un banco, bebiendo agua para capear el calor...

Y no cachan, pero la soberana puta nada, absortos como zombies agarrados de su celular echufado en la oreja, cargando bolsones con la mano libre y de cuea que no asignan alguna función más sofisticada a los pies, pues ni caminar logran hacerlo en coherencia.

Entonces me asesto la misma pregunta atrofiada: ¿Qué está pasando? ¿Qué cresta sucede? Debo culpar de todo al azúcar o el harina eficiente destructor de tejidos neuronales, cuyo deterioro apresura la aparición de seres enfermantemente, estúpidos. Y estúpidos groseros.

¿Estás hablando por celular?
¿Qué haces entonces dentro de la tienda?
¿A quién le interesa tu puta vida?
¿Por qué meneas la cabeza para que el resto aguante tu pésima educación?
¿Hasta dónde puede tirarse el siniestro elástico del lo que se me antoje?

Sigo construyendo mi idea de ELECCIONES.
Y suelo entender que mis posibilidades se estrechan, se agotan y no hay mucho para reversionar sobre el qué se hace con la ineptitud de los demás, quienes cada vez más me parecen masas amorfas desplazándose, abalanzándose sobre mi entidad, no por fregarme la pita sino porque un cuerpo estático sirve físicamente, de referencia para no perder el equilibrio. Así es, pura y simple ley de atracción de los cuerpos y de gravedad...

Con el correr de las horas insolentes, tiendo a volverme más salvaje, más insurrecta, más ácida y compenetrada con la defensa de mi espacio. Solo así lograré alcanzar significado de entidad y desde ese puerto, acaso ganar mi libertad total.

Mientras tanto, se acaban los sitios en donde esconderse.
El diablo es más astuto de lo que crees.

Comentarios