Pudor y Oportunidad.

Cuando veo canales como MTV o similares, me acuerdo automático de unas chicas que conocí en El Observatorio Contra el Acoso Callejero. Me pasa lo que debe sucederle a muchas mujeres conscientes pero, olvidadizas. Ensimismarse demasiado, trae seguido el odioso efecto del yo-yo y así la cosa, olvidarse del género. Y olvidarse de nuestro origen es lo mismo que rajar todas las circunstancias en que diversas mujeres bacanas lucharon para que tuviesemos un estatus basado en derechos y dignidad.

Entonces, al ver a una chica contoneándose lasciva, tengo que preguntarme: ¿Lo hace para goce personal? ¿Lo hace para ser vista? ¿Lo hace por exceso de seguridad sobre su cuerpo? ¿Por defecto? ¿Por qué? ¿Qué motiva a la estupenda mujer a mostrarse de ese modo mientras la avanzada en el mundo hincha por cubrirse, taparse el cuerpo, ocultar sus senos, bajar la falda, evitar el muestreo por que si, quizá en la pretensión de una faena inútil de aquella que anhela, ser «descubiierta».

Se pensaría que la liberación femenina, aquel acto contestatario sería observado en las gradas como una descarga emocional llena de potencia. Aprender a decidir por sí mismas con el sueño íntimo de que el NO, también podría volverse un derecho constitucional: No a la cosificación, No al utilitarismo, No a la diferenciación vista desde la fuerza del cuerpo, No a los diversos abusos emocionales y físicos, No a permitirle a los hombres su intento primitivo por someternos, degradarnos y/o someternos solo porque ellos se sienten disminuidos ante nuestras fortalezas.

Se pensaría, digo...

Pero, entonces, aparecen todas estas otras mujeres que usan al cuerpo como plataforma desde la que se esgrime libertad para hacer lo que se nos antoje, beneficie o no, directo o no, a los hombres. Me intriga qué piensan estas mujeres; la prostituta de calle esmeralda, la chica que aun concurre a ciertos bares con los senos insinuantes para agarrarse al mejor mino, la muchcha sin educación que recurre al argumento peliento del pantalón metido con vaselina para realzar el traste... todo uso o echar mano al físico, me conmueve. Me pregunto qué puede haber en su mente que la lleva a creer que no es capaz de gustar por otros atributos.

Creo que es exquisto lo femenino. Yo misma he descubierto mi propia necesidad de ser buscada por lo físico, más que por la «inteligencia», y lo que pareciera ser una contradicción, en verdad no lo es. Pasa que «lo femenino» esconde una esencia verdaderamente mágica y atractiva; oigan, admitámoslo, no conozco homsexual arrepentido. ¿Cierto? Me parece ultra decidor el peligroso acercamiento a lo femenino, este secuestro de nuestros origenes, este deseo extraño de hacerte de todo lo que por esencia, nos pertenece... échele un vistazo a al contenido del «metro sexual»... no se trata del aumento de envases cosméticos alrededor del lavamanos, estoy diciendo que por razones desconocidas los hombres desean lo que es cosustancial a la mujer.

Ocuparnos de nosostros, no tiene nada de malo. Muy por el contrario, desperdiciar años castigando el envase, sí es un verdadero problema. El desequilibrio surge cuando los matices se vuelven un patrón. Y eso es lo que a mi me urge indagar.

Se pensaría que las mujeres nos revolucionamos y como medida de amedrentamiento, los hombres nos roban lo nuestro. Y ya está. Fin del misterio. Pero no creo que sea así de simple. La mujer del medio ruidoso, insiste en que se le vea el sostén, ojalá y se me marquen los pezones.... un arrebato de rebeldía, extraño mensaje que posee dominio y territorio sobre su cuerpo físico; para mi eso es abordable en esferas más íntimas y eróticas, y para instancias más espontáneas y no como un acto de deliberada provocación política.

¿Me gusta enseñar los senos? Por cierto que sí, y que me los acaricien, si es posible y hasts si corro con suerte, que me muerdan los pezones. Pero claro está, no bajo una transmisión pública ni bajo excusa de que me estoy liberando de algo. Me gusta consentido entre dos personas y no como un juego de perversiones en donde le recuerdo al hombre a lo que puede acceder pero de lo que adolesce.

Me he ido dado cuenta de que mucho del resentimiento masculino, estriba en este tipo de comportamientos manipuladores: mira pero no toques, quédate ahí sufriendo sin poder gozar... Algunas mujeres se encargaron bastante bien de perpetuar comportamientos de clientilismo, es decir, el hombre sabe que la mujer le provee de sexo bajo ciertas circunstancias y como aquella se coloca en cierto contexto, éste se olvida que ella da para más. Incluso, tiendo a creer que el problema puntual no es el polo del sexo. Todavía recuerdo una charla epistolar con un poco feliz sujeto, y con quién estuve intimamente varias veces...

«Lo que ustedes las mujeres nunca terminan de comprender es que, acá, en esta habitación de cuatro paredes, culeando, nosotros somos inmensamente felices; para qué más, para qué cagarla o echarlo a perder si esto así como es, es fantástico».

Y sí, era la cruda, literal confesión de un tipo post coito, satisfecho colocándose un parche después de oir la frase: «me gustas, me siento bien contigo». Como si esa sola verbalización extinguiera cualquier derecho de una mujer buena en la cama, a enamorarse, pertenecer o pretender lazos más profundos o permanentes.

A veces, creo que ese sentimiento de percibir todo esto más complejo de lo que se ve, tenga que ver justo con escenarios de motel descrito: Capaz y la terrible verdad sea que el hombre es báatante más básico y simple, más carne, más pene, más evacuar y ahhhhhh. Listo. Nada más que reflexionar. Pero si me quedase con esto, debería erradicar instantes de mi vida en los que «conecté», incluso estando de rodillas con mi boca urgando alguna entrepierna, mirando fijo a un otro que hacía lo mismo, conectarse.

Hay muchas cuestiones sobre las cuales no tengo claridad ni idea nítida. Pero sí se que existen dos voces claves: pudor y oportunidad... No me importó nada el roce de la mano de Eduardo sobre uno de mis senos, a vista y paciencia de los conserjes de mi Edificio. Para muestra este botón. Pero el domingo, a la salida del cine, rechacé apenas un pequeño beso. Y de esto estoy segura, hay instantes que son únicos y logras entender cuál es tu naturaleza, la dejas fluir porque también captas que es la oportunidad correcta, sin pugnas, sin egos, sin la tortura del después y sus amargas consecuencias al aparecer el ego terrorista.

Sigo buscando algunas respuestas.

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