Sobre mitos peculiares.

La parte deficitaria de este año que va quedando atrás, es el mito del wellness.

No admitir que transcurrido los años el cuerpo y el rostro nos cambia, sería una estupidez. Obvio que es así. En lo personal, no tengo tan claro si recurriría al bisturí histérica y neorótica por lo que no puedo borrar frente al espejo; me he ido reconciliando con la mujer que estuvo dormida tantos años y la he perdonado por los estragos que dejó en mi organismo. Pero la realidad es que una buena cuchilla solucionaría algunas cuestiones un tanto más rápido. Es entonces justp cuando me cuestiono si eso vale la pena.

Me respondo casi en automático que, tal y como el cambio de alimentación promovió el crecimiento de cabello sano, es perfectamente hacerlo extensivo hacia otros procesos de recuperación del organismo. No en vano, volver a la piscina trajo cambios estéticos visibles en la textura de mi piel y aun mucho más, en la sensación de desfogue en plenas tormentas de dezaguizados varios que no siempre administré ducha.

Pero aun asi, no es tema evitable. Aunque tinder no sea algo para llevarse a la posteridad, funcionó como un termometro sobre cómo había cambiado el relacionamiento en el mercadeo de las carnes. Literal. Porque lo fantastico de este mundo que me encontré al despertar de tan largo sueño, es la ensalada de escenarios aue son francamente, para la risa. Nunca para el llanto (lección poderosa). En esta parte, cobró importancia surreal aquella típica frase de mi abuela, por muy mala que estuviese de su cabeza: las cosas hay que tomarlas de quien vienen. No hay otro modo. Cuestión que solo de adulta se transparentó, pues con todas sus letras, es un incitación y a la vez, exhortación urgente a tomarse el tiempo necesario y detectar, frente a qué tipos de personas es que nos encontramos; es una persona cualquiera con cero importancia, es una especial y llena de recovecos mentales, es una diáfana y nitida que va con verdad por delante.... y así, suma y sigue la categorización. Solo de más recorrida entiendo lo que la María decía con su singular speach: Recoge lo que a ti te sirve, pues no todos son ni piensan como tú. Lo más seguro, incluso es que sean muy distintos.

En lo que sí fracasé este año, fue en no limitar el acceso a un montón de gente, de aquellas que mi abuela consideraba, prescindibles, innecesarias, inútiles, echadas a perder irremediablemente y cuyo patrón de comportamiento es proceder a destruir casi todo lo que tocan. De estas personas, me pegué malas costumbres, las que espero erradicar lo más pronto que se pueda.

Lo que sí he de admitir que ese mismo proceso desagradable en que ciertos hombres se creyeron con derecho de ofender, maltratar, denostar e incluso, humillar solo porque te hacían cargo y responsable de no satisfacerles en sus fantasías, requerimientos varios y hasta desesperanzas... la emprendían arremetiendo en mala, no solo con agresión bajo cuerda teñida de indirectas tenebrosas de solo pensarlas sino que también con el brío cobarde que posibilita la pantalla distante y la cero instancia de interaactuar, frente a frente. Y sirvió porque el mito imbécil de que la individuación excluye el cuerpo físico, te hace volver sobre la dinámica de lo que implica realmente apoderarse de tu propia vida para volverla una reserva de con verdaderas posibilidades de fortaleza, ante cualquier tipo de tiranía. Entonces, no vale decir soy gordo y feliz o soy turgente y humilde; pamplina!!! La cosa dicha como es, versa más sobre hacerse cargo de que gustar, siempre va de la mano con el único artificio de Dios, incomprensible forever.

Así que en el entendido que nuestra corporalidad no será gracil desde capitanes a pajes, hay que adecuar el ego a la medida de lo real, es decir, si quieres llegar por el cuerpo y esp es lo tuyo, dale, bien por ti. Pero si no, no culpes al resto por no celebrarte lo que estropeaste solo (a). A los veinte y tantos (y hasta los 32 o 34) me mantuve en talla 42, iba a la piscina, andaba en bici, caminaba un montón y bailaba, bailaba como trompo (aún continúo haciéndolo en privado). Eso me mantenía en forma, y decir hoy que eso me daba lo mismo, es absurdo. Claro que me importaba el forro que me gastaba, y la vanidad la exudaba por los poros.

Pero la vida no te espera a que pares de llorar mientras decidiste victimizarte. Obvio que no. Y no hay cuerpo que no se marchite. Todos los cuerpos van hacia la misma degeneración. Por eso, cuando salgo de la ducha y me miro frente al espejo, todavía no puedo dejar de encogerme de hombros, hay ahí evidencia de cada tortura, de cada esfumarse, de cada cosa dura desplegada hacia mi persona en intentos desesperados por desaparecer tal y como me conocía.

Pero eso, hasta ahí. La dimensión del querernos es super delicada, tal y como la pedantería de creer que la juventud y el endiosamiento va durarte por siempre, la estrechez del ego maldito, que todos deban lidiar con la despreocupación personal, argumentando que se anhela valorización del contenido.

En lo que a mi respecta, he envejecido bastante mejor de lo que esperaba, no tengo grandes marcas que atestiguen los vaivenes del peso, y tampoco, marqué a latigo mi estructura osea. Y tras mi propio sinceramiento corporeo, emprendí un trayecto para recuperar lo que considero dañado (espalda, rodillas, abdomen, parte inferior de los brazos, y el cuello). En lo demás, la gravedad, no ha fustigado demás.

Pienso que el bienestar no puede relativisarse y ocultar que tanbién verse sobre lo estético, no con el desborde del culto al cuerpo porque renta o como resorte del petotorio machista, pero si con un sumo cuidado sobre las proporciones; atrás quedó el tiempo en que si la mujer era agraciada se lo debía a la buena mano de su «hombre» y en caso alguno, a su amor propio que le alumbraba lo suficiente como para cuidar-se. Por fortuna. Lo que sucede en el hoy, pasa de la mano de una buena batería de posibilidades abiertas hacia la mujer. Entonces, ocuparse de sus carnes para beneficio personal, para tenerse fe, para blidarse y sobre todo, por por gusto y hábito, ya no es más un arrebato feminista sino una réplica de su transformación en el seno de muchos cambios sociales.

A mi parecer, el descrédito masculino, y su demoledor acoso emocional por hacernos las vivas, las choras, las emancipadas, las envalentonadas y etc., soporta por debajo una factura abultada. El hombre es rastreado por la utilidad de su miembro, pero ante la arrogancia femenina pierde virilidad yéndose a la zeta, debiendo recurrir a su amenzada velada, al clásico te falta pico, al poco célebre amargi y solterona, y vamos que no me quiero poner crativa justo aquí. El costo lo soportamos de ambos lados, y no contribuye en nada al entendimiento no sexual.

Si esto tiene o no solución, misterio chino, aunque mi sabiduría de galleta de la suerte tiende a sugerir un: «Ocúpate de ti y sé feliz; lo demás llega por añadidura...». Hacer dietas milagrosas, agendar hora para detener el avance de lo inevitable, hacerle trampas a la cronología o la gravedad, es completamente ridículo, tanto o más que la creencia de que los hombres quieren culiar y culiar solo porque el mundo se va a acabar.

Pieso que la única certeza es que la sinergía existe, y que en algún momento todo se cristaliza y la fusión deja de ser un obatáculo; hay comprensión sobre lo distintos que somos y que no siempre hay final feliz con dos personsd que cogen de la mano. Puede que haya finales felices diferentes, con formatos reescritos, sin la ambición de lo fantástico solo porque si, sino porque hay evolución y eso debe significar algo después de todo.

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