Soplidos del algo más.




Justo un instante antes de despertar se me vino esta frase a la mente: «Falso registro situacional». Y supe casi de inmediato que el duelo, había concluido. Hoy, la mañana se abrió en colores brillantes, primero, la agonía de bolsillo accedía a cierto respiro... segundo, algo dentro de mi resumía un ciclo de enfrentamiento conmigo misma.
Puede que, influenciada por unos benditos audios (Literatura para oír), la Sontag tenga harto que ver con esta instancia de depuración en particular. Y cómo no. Rehacerse sobre la dinámica de reconocernos, compone un trabajo especialísimo, tanto así que debiese superar la maestría de un joyero avezado. Su minuciosidad me recuerda que una pasión sin disciplina es lo mismo que hallar lo superlativo en la lisonja sobre deberes cotidianos. Y esta singular mujer fue una devota del reconocimiento de las contradicciones, como recorrido esencial del «enncontrarse». Joyera excelsa, Susan Sontag fue desde niña, genuina portadora de aquella inquietud siempre presente en quenes se nos antojó escribir, y que por lo demás, nunc pudimos abandonar. Era capaz de leer con linterna en mano, sortear robos exprés (aunque la persiguiese el síndrome de la culpa), rodearse de una compleja circunstancia visionaria que la hizo ilustrar con perfección ciertos matices respecto del mundo estético; para ella hubo belleza por doquier incluso en la mezquindad de lo real. Debe ser por eso que podía preferir la verdad, antes que la justicia...
Siendo universitaria, padecí de la típica «intelectualización residual», ese forcejeo inútil, sofocado entre la errada percepción de que el tiempo, es una puta ladina y como tal, es mejor tenerle de aliado y el intimismo esquivo que implica la soledad elegida, como camino de adiestramiento para alcanzar la disciplina. En esos años, hacía cosas ridículas como llevar los códigos «a la vista» (simil de la exhibición de llaves de un auto; del celular de última generación, representaciones de lo que a veces, careces). Si recorró en mi mente aquellos lugares, entonces debo ser cuidadosa pues los recuerdos importantes fueron depositados en pequeñas muñequitas rusas, lo mismo que lo absurdo o lo estúpido dado a que en esos años no poseía concepto de lo relevante. Mucho menos, del propósito colectivo. Mi creencia sobre la justicia, así la panorámica, por supuesto estaba contaminada con toda clase de datos superfluos, datos que te empeñas en subir de categoría solo para validar una gestión absurda pero ampliamente admitida entre universitarios: acopio de información y retórica.
Pero el blah blah discurre sobre la fisonomía intelectualoide del «saber» y entonces la concepción de justicia tiende a acomodarse al proceso de legitimidad del funcionamiento del órgano que la administra e imparte, más que en la esencia de su voz y desde ya, de su finalidad. Puede que solo así entienda a qué se refería con su preferencia en específico.
De cualquier manera, la cara de la justicia se difumina al punto tal que ya no retengo la nitidez de otras épocas. Ahora me apasiona más la idea sobre justicia personal, esa que otorga beneficios calculados a quienes están peleando en silencio por la construcción de superficies más llanas, auténticas y no refractarias... La Sontag, contribuye en la reedición de lo que funda, hace que vuelvas la mirada hacia un lugar profundo, obligándote a bucear en terriorios cabrones con la elegancia sdel un jilguero. Y eso me vuelve adicta.
Hubo momentos durante este 2018 en que algunas personas intentaron convencerme que hacía mal aferrada a la locura, empecinada en renegar de la seguridad, casi como si contar con un «trabajo digno» fuese una observación -y testimonio al mismo tiempo- de lo que un universo generoso,  podía prodigame, solo si no chistaba más de la cuenta. Yo, peleona y visceral, nunca depuse aunque admito que defender la justicia personal no debe en caso alguno atrofiar el cuello o corrompernos el cuerpo hasta el punto de un: ¡no doy más! Cualquier cosa mirada en los ojos del atrás provee de un FALSO REGISTRO SITUACIONAL pues ese pasado es subjetivo e inherente a las circunstancias allí secuenciadas, cualquiera fuese el enjambre de decisiones que le dio vida y desarrollo dentro de una época. En este sentido, la prodigiosa escritora advierte que la justicia personal no es otra cosa que la verdad íntima, incluso la que sirve para soportar la invloución de la justicia material. Por eso es tan amiga de las contradicciones, de las no certezas pues aun en la ausencia de movilidad en la necesidad de justicia concreta de un colectivo humano, su ser contestatario en la finura de la disciplina (la que aborda sendas temáticas y no solo su aporte respecto el arte en general) promueve el pensamiento verdaderamente progresista, mucho antes de que edl intelectualismo, se ufanase de aquello.
La circunstancia de estas frases elocuentes que sobrevienen de la nada, son como la primera línea de un nuevo episodio de algo distinto, da lo mismo qué sea o sobre qué vaya a versar. Y los reconozco, como tan sano es también advertiir que no es solo el inicio de un párrafo x en construcción sino un algo más... tal y como lo habría expresado la Sontag.
Así sea.

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