Tindays.




Uno podría pensar que de Tinder, nada pudo rescatarse. Y estás, equivocado... Mamá solía decirme un montón de cosas que yo no comprendía, puede que en aquél entonces, ocupada del territorio de mi ombligo, seducida por el pasatiempo favorito de villanizarla y hacerla quedar como la peor de todas, delante de los otros. Y es normal fregarse a la madre, hacerle la guerra, desoírla y hasta desacreditarla. Es una pugna adolescente destinada a encontrar nuestra propia identidad, apartánsonos de aquella caricatura extraña figurada por los progenitores, poseídos y secuestrados ante su ego torcido, pretendiendo proyectarse...
Singularidad truncada a temprana edad, en mi caso. Más admito que ella tuvo razón en algo: De todas sus hijas, yo era la más fuerte.
Hemos logrado ponernos de acuerdo sobre qué tipo de relatos necesitábamos construir para dar el vamos en el nuevo Blog. Temía no estar preparada para hablar de determinadas cuestiones, ser lo suficientemente valiente para comenzar a denunciar con nombre y apellido, desbartar la enorme red de abusos que se cometen en contra del género y sobre el particular, lo que estuve a punto de tragarme, sin siquiera reclamar que no fuese cierto.
Pero, ¿Cómo colocarlo dentro de un contexto que no sonase a berrinche de mujer rechazada? Difícil misión. Lo bueno es que trabajo con otras mujeres, mujeres que me llevan ventaja como bacanas y como personas que han conseguido refundar su dignidad...
Una vez, en una de tantas pláticas noctámbulas, un tipo me dijo que las feministas eran un manojo de mujeres neuróticas tildadas de feas, frígidas y obesas. Y al comienzo, traté de tomármelo con andina, como se dice: DE QUIEN VIENE. Pero el sujeto, al ver que no me destemplaba, proseguía en su atropello añadiendo otras tantas muzarañas que, siendo sincera, no me apenaron, sino todo lo contrario. Me dejaron meditando en las horribles cosas que a ese hombre tuvieron que pasarle para arrastrar tamaño odio.
Hoy, despega una parte de mi vida que postergué y que, de cierta manera, se escondía debajo de esos muchos escombros; Dios sabe que quise «rescatar» de entre los escombros a ciertas personas, pero no se pudo; a veces quieres llevarles aire, vida, verdad, pero en el camino -y con gran tristeza- comprendes que ellos viven mejor solo con suero, a través de una guía, aunque se les haya infectado hace mucho tiempo.
Después de por lo menos unos 30 perfiles (abrir y cerrar solo para demostrar una tésis), terminé por desistir al entender que el problema real, no es el propósito para el cual se dice -y se refuerza hasta el cansancio por ciertos usuarios- fue creada sino la naturaleza torrida del ser humano, siempre tendiente a su degeneración, aun cuando exista todo un despliegue de herramientas que le gritan con vehemencia: ¡Sálvate!. Por cierto que no es retórica evangelizadora. Por favor, NO. Uno detrás de otro (perfiles cuya pernanencia fluctuaba dependiendo del grado de popularidad nefasta de las fotos) los recursos se me fueron acabando, dándome cuenta que es imposible desplegar una batalla de estas proporciones pues estamos frente a un fenómeno, desde siempre.
Compartirse fotos libidinosas, hacerse el gueon o la linda entre extraños, conlleva todo un submundo que fue necesario indagar y hasta escudriñar hasta tener lo suficientemente claro, a qué lugares nunca más has de regresar. Me sirvió como a quien le sirve un magister que sabe, aporta una especialidad precisa para acometer actos específicos, sin cuyo acervo sería imposible realizarlos. Me valió un sufrimiento densamente constructivo, pues sobre todo impuso situarse frente al espejo, tanto del circo romano que te veta como un pedazo de carne echado a perder, así como el de mejor luna instalado en la seguridad de nuestra guarida. Me trasladó hacia circunstancias en las que cualquiera otra, con menos valor, se hubiera diluido hasta no soportarlo más y atentar contra sí misma, convencidad de su inservilidad frente a la corrupción del apetito machista.
Si lo pienso en profundidad, se volvió un catástro de arquetipos, un simulador en donde ciertos ángeles emancipados y enconados, muestrearon cómo puede ser el infierno si así lo prefieres; fuesen 500 tipos con diferentes perfiles o fuese el mismo desgraciado ser, enfermo festinando con su ridícula creencia sobre su concepro rancio de omnipotencia... lo que más aprendí fue que no es que existan personas que usan y abusan de algunas app de citas y otras que no sino, el hecho REAL de que ciertos velos, promueven la impunidad sin ninguna clase de límites. Así no más.
La pantalla del ordenador inserta en la oscuridad de un mundo peculiar más su provisión de MB, vuelven a cualquier hombre (y hay que decirlo, a muchas mujeres) en mero animal desbocado, a merced de su instinto, sin moral, sin compasión, esclavo del encapsulamiento de su pene enredado en la mano libre, mientras ilusoriamente pretende una pseudo-dominación de la mujer que, in actum provee estímulo. El mismo que no puede proveerse a través de una relación construida en la plataforma de la vida cotidiana.
Sepa moya cómo y por qué llegó a esto. No es que no importe, es que se vuelve pesado también hacerse cargo de ese resentimiento.
Aprendí a entender que las humillaciones varias, en verdad solo existen si la mujer se ve a sí misma como alguien reducido a una mínima expresión; al contrario entonces, surge la llanura en donde se depeja la verdad: no es el veto ni el rechazo lo que pudre, sino la asociación que las mujeres realizamos en determinadas circunstancias, sobre todo si detrás del que abusa, quien denigra, quien azota una y otra vez sobre las mismas zonas delicadas, lo realiza con premeditación y con afán de esparcir su gas contaminado de machito cabrío.
Antes de lanzar el Blog, tuve que advertir a mis 4 amigos entrañables cuan duro iba a resultar, enfrentar esos relatos, no solo por el ruido que provocará sino porque ellos son justamente, hombres y me era imposible continuar protegiéndolos. Tuve que explicarles antes que todo, mi propósito y el de mis partners, me sentí en la obligación de expresarles que no somos un grupo de mujeres hastiadas impetrando revanchas, antes de cambiar nuestras preferencias sexuales. Tuve que sincerarme con ellos y revelarles que al igual que mi grupo de amigas en esta aventura, pertenecemos a un extenso nicho de personas que creen en la reversión, en plantearse una esfera distinta, en hallar un remember de lo que significaba para nosotros la lealtad entre hombres y mujeres... de la conciencia amor/pulsión como suelo esencial desde donde erradicar la violencia respecto de nuestra femeneidad.
Dos, lo tomaron bastante bien, un tercero más o menos mal tirando a pésimo y el cuarto, mejor ni recordar. Y aun esto, fue bueno también. Y digo que también, pues sin duda la máxima enseñanza que me dejó Tinder fue asimilar objetivamente algunas verdades más siniestras que sus propios protagonistas: la gente agazapada detrás de aquellas pantallas lujuriosas, puede ser cualquiera de nostros; puede ser aquel sujeto de redacción intachable miembro docto de una elite de GTD... o el ingeniero buena onda que no podía existir sin marihuana... o el tipo casado buscando un desliz descontracturante... o los muchos zorrones abc1 acostumbrados a encamarse con putas, oprimidos en la creencia de que sus «Trini» no se deslizarán a succionar nada... Podría ser cualquiera.
A la larga, la naturaleza del «hombre» destruye casi todo lo que toca, y dentro de estos últimos tiempos, consumido en la barbarie de la inmediatez, de seguro eficiente en esquivar cualquier atisbo de profundidad, solo porque deambula herido y errático igual que muchas de nosotras... Empero, no está en su ser solicitarnos ayuda, pedirnos treguas, recapitulaciones que promuevan más entendimiento y empatía, tolerancia y respeto mutuo.
Como decía mi madre: resulté ser más fuerte incluso más que yo misma.
La única forma de quitarle poder al odio, es el amor. Volver al origen.

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