SIN EDITAR.




SIN EDITAR.
«En un principio y a un nivel muy inconsciente, pasó fugaz la idea que todo fuese cierto; supongo, informada por mi atrofiada mala costumbre de jamás hacerme cargo de nada. Y mientras el sutil atisbo de verdad curtía la enmienda, comencé a sospechar que tiempo, no nos sobraba. Lo único que se me ocurrió a las 04:54 de la madrugada fue comenzar a escribir, textear sobre la pequeña página del smatphone, la misma microagenda que durante el año anterior, casi me extingue la vista. Mal o no, presumo que algunas clases de revestimiento dañino, sí pueden disolverse, aun a pesar de los años, con todo y  creencias o prejuicios. Las montañas de eventos tergiversados de modo antojadizo por nuestra conciencia, a veces se movían, y del otro lado tras esos cordones de juicios sezgados, aparecían cuadros de novedad pintados por gente desconocida, tipos sin historia ni abolengo, gente con vida distinta. Y esa era la gracia de luchar contra ciertos vectores: desplazar la montaña. Reubicar el ojo más allá del horizonte».

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