ATAJAR LA TRISTEZA... D.D.OLMEDO.



ATAJAR LA TRISTEZA...
D.D.OLMEDO.

Por la tarde fría de un jueves 9/05/19'
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Casi nunca releo mis relatos. No sé por qué. O sí, puede que por vergüenza, también por mi propio fastidio de la corrección eterna... ¿y por qué no lo escribí de este modo, de aquél o de este otro? Algo así. Puede que no regrese a mis textos porque algunas líneas me causen gran dolor, angustia... porque a veces no puedo atajar la tristeza.
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Pero a pesar de todos eso, hoy acudí ahí, entre incontables líneas y frases y palabras. Y no solo eso. También revisé todas las veces que esos relatos fueron encontrados por alguien y los cogió para echarles un vistazo. Supongo.
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Algunas Columnas fueron leídas por más de 50 personas, y otras, con suerte un par. El denominador común en las con alto tiraje es el DOLOR, LA TRISTEZA Y TODO LO QUE TE DEJE CON MOCO COLGANDO... Y aunque la tentación de decirme soy la mar de buena en ello, debo desinflarme. Otra es la explicación. Muchas personas sufren, lo están pasando mal, han sido atravesadas por la pena o qué sé yo, serpentean tiempos difíciles. No poca. Eso es seguro. Y probable es que en aquellas líneas vueltas populares de repente, interpreté una emoción extendida, contingencias que se reproducen cada vez que nos invade algún tipo de desajuste emocional.
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Lo visibilicé.
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Y no es fácil escribir sobre el dolor. de hecho, es complejo hacerlo sin quebrarse, sin usar recursos que vuelven al relato un desgaste en sí mismo y una perturbación que exagera la condición del otro que puede verse apesumbrado a más de lo que ya viene cargado. Por eso, releí detenidamente las cosas que había apuntado y admito en este segundo haberme asombrado y hasta haber dudado de cómo, cuándo y por qué escribí lo que ahí estaba puesto. 
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Dios y Fe.
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En apariencia, las personas aún continúan buscando algo que les permita seguir aferrados. Una  explicación consistente que no surte de todo y sin embargo abraza la cuña de la "esperanza", la promesa de que algo mágico sucederá y el dolor será erradicado... La gente, aunque usted no lo crea, permanece atado a ciertos mecanismos de defensa espiritual, si es que podemos llamarlo de esa manera. No es que no crea en Dios -todavía hay vestigios que en la precariedad, me inundan de una inusual fe- pero la forma cómo lo razono o lo incluyo en mi existencia, es diferente. Ya no lo responsabilizo de mis desgracias, y por lo tanto, no lo increpo reprochándole desaciertos o metidas de pata. Al contrario, llego a preguntarle cómo es que me tiene tanta paciencia.
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Aunque ustedes no lo crean, DIOS, tiene maneras francamente freaky de hacer las cosas. Y este último tiempo no me ha quedado más que aceptar una odiosa frase que mamá lanzaba en medio de mis ataques: "porque de todas mis hijas, tú eras la más fuerte". Tengo la sensación de que hablar del dolor, conecta a las personas, como lo en su proporción lo es hablar de gente desaparecida, de violaciones, de la muerte en general, de las pérdidas, de lo que pudo haber sido y el tiempo mutiló sin dejarlo trascender. 
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En mi caso, la conexión con la muerte es ultrapoderosa, ya no como el vicio metido entre las carnes extinguiendo la luz sino como un proceso a través del cual he aprendido que gran parte de las veces, la vida es don genuino difícilmente comprensible a cabalidad. La muerte ha sido para mi un péndulo constante, apetecida antes en medio de las turbulencias y la angustia que no acababa jamás, luego como oponente grosera que se ha ido llevando, un montón de gente a la que no pude ayudar en vida. 
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La muerte, como tal, siempre me dice de dónde tiene agarrado el mango, así como sabe que lo sé y que nada puedo hacer para cambiarlo. 
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Pero a diferencia de muchas personas, la dimensión del dolor que desliza la muerte, me ha servido para dejar de fantasear con situaciones que jamás ocurrirán pues la humanidad, viró. Se trata de un viraje en que las personas admiten el dolor y cómo se incrusta, pero al mismo tiempo, no suelen hacerse cargo de cómo fue que ellos mismos, fueron responsables de generarlo. Me incluyo.
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Por eso ahora sé, que depender de otras personas para suavizar el impacto del dolor, no es posible, porque el dolor también aleja, espanta, segrega... te muestra el lugar en que la gente no quiere estar. 
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Mi duelo, lo he vivido completamente sola y las últimas horas han sido altamente ilustrativas de cómo puedes incluso, ir más abajo en la presión que hace ceder al orgullo; ahí, justo donde nadie quiere sondear, ni mirar ni contestarte nada, en ese entrecomillas de infinita soledad, ahí es uno quien decide qué hacer con ese dolor. 
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¿Quieres sostenerlo?
¿Quieres adoptarlo?
¿Quieres que te carcoma hasta que no quede nada de ti? 
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La gente con la que me he relacionado no es otra cosa más que el reflejo de mi propio egoísmo y de todo lo que dejé de construir para protegerme. Por eso, justo cuando más lo necesité, estaba sola.
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Quitar el dolor de la ecuación como una faena que nos librará, es una completa pérdida de tiempo. El dolor, la aflicción, el pesar, los malos momentos, son eso, son dolor, aflicción, pesar y malos momentos y así uno debe incorporarlos en la vida. 
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A veces, es imposible atajar la tristeza.
Y ya está. Es lo que hay.
No siempre será así. 


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