COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: Camino, a... D.D.Olmedo Viernes 14/06/2019.-




COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: Camino, a...
D.D.Olmedo
Viernes 14/06/2019.-
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Hoy es un día especial. Por contárselos de alguna forma, de aquellos en que el viraje perceptivo deja la agresividad y muta hacia un horizonte posibilidades que antes, no solía considerar. Parece ser que el camino hacia la verdad no es tan desafortunado como percibí de inicio. Puede que esta fase sea más profunda, más constructiva en torno a la búsqueda personal, manteniéndome ansiosa y ocupada. Si observo factores combinados, diría que hay maestros tangibles que van enseñándome “lugares” -dentro de una mundo de ideas- como si fuesen “oasis”; tregua para la mente y descontaminante para el corazón… quien haya buscado bastante y en diferentes partes,  razonable pronunciarse sobre fatigas y frustraciones; no es una cosa, no es la otra, no acaba siendo nada de nada. Lo más seguro es que el organismo bloquee, después de todo, nuestro cuerpo físico posee su propia interfase, y uno de esos intervalos puede fallar… No había revisado en estricto éstas “fallas”, y miradas dentro, vi cómo y cuándo pueden originarse en consignas que fueron adhiriéndosenos como costra. De ser diligentes avezados, entonces podríamos reencontrarnos con la superficie blanda yaciendo abajo, reconocer el estadio anterior a la herida, al dolor representativo en una cicatriz -pero dentro del contexto de dato- y no de efecto/consecuencia con lo que debe lidiarse de por vida. Pero en la metáfora utilizada, pareciera ser y el ser humano no reconoce poder servirse del proceso de endurecimiento, de camino hacia la verdad… Hoy, veo más un camino liberador de distracciones, situando la atención en lo que verdaderamente ES y no en los festines de fantasía anteponiéndose a procesos de búsqueda sobre la verdad, estando inmersos en la lucha contra la oscuridad…
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Escrito lo anterior, todos los caminos no conducen a la verdad. Puede que bajo la experiencia traumática de algún suceso peculiar, nuestra verdad se tiña con cualquier grade de subjetividad; hay quienes lo trasuntan e incluso pueden extremar la posición, hay otros que lo anulan y pueden hasta volverse impermeables, hay una gran mayoría que ni siquiera lo percibe, o sea, hay de un cuánto… De eso. Y de muchas cosas más…
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Jung sintetizó para el bronce, dos célebres frases que perduran hasta el presente. Quiero traerlas a colación para avanzar sobre lo que deseo contar:
“Aquello a lo que te resistes, persiste.” y “Yo no soy lo que me sucedió, yo soy lo que elegí ser.”
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Si creyera todo lo que me dicen, entonces sería como si nada de lo aprendido tuviese repercusión. Esta es mi más pura circunstancia. Y por lo mismo, no suelo creer muchas de las variadas “cosas” planteadas por infinidad de personajes. Desde el plano del deseo, no dudo que alguien crea que lo expresado es “real”; muchas de las cuestiones que la gente suele necesitar compartir, está ligado a un buen margen de deseo, expectativa, ilusión y hasta aburrimiento sobre el estatus que experimenta en tiempo presente… ya sabe usted eso de… necesitar siempre estar en otra parte, no abandonar el brígido eco del pasado, el pasto del vecino es más verde, y qué tanto, dejémonos llevar… y la lista podría volverse contundente. ¡Se lo prometo!
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¿Por qué pasa esto?
Lo más seguro, porque atravesamos una crisis profunda en donde hay un quiebre emotivo-social en donde las personas dejaron de encontrarse con lo conocido, con lo aprendido, con las bases de todo a lo cual se aferraban y que en la actualidad se remece, alimentado de afluentes que no estaban considerados tiempo atrás… Antes, del mucho atrás, coexistíamos con creencias y axiomas morales que no se cuestionaban; no lo escribo para bien o para mal, no hay interpretación caprichosa ni pechoña en esto, lo propongo para considerar todas esas cuestiones que nos sujetaban a “algo” y que hoy se perciben “difusas”. Cuestiones tan básicas como los buenos modales, las tradiciones, los ritos, las lealtades, las confianzas, los protocolos generacionales, el suigeneris de los movimientos políticos iniciados tibios y exacerbados en la lucha del ideario, la buena lid… Y puedo continuar, francamente. En mi creencia, un período de mucha oscuridad.
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Y claro, cuando la claridad desaparece, la oscuridad se cierne.
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Es ahí, entonces, donde la falta de piso causa estragos y a través de las fisuras que se generan, los recovecos por donde acceden virus… lo que Hannah Arendt desarrollaba como “necesidad”, lo colocaba como fenómeno pre-político, característico de la esfera de lo doméstico-privado y que la fuerza y la violencia se encontraba justificada dentro de esta esfera, pues serían los únicos medios para dominar dicha necesidad. Ergo, debido a que todos los seres humanos se encontrarían sujetos a dicha “necesidad”, tienen derecho a ejercer violencia sobre otros, pues esta violencia constituiría un acto pre-político de liberarse de la necesidad para la libertad del mundo. Esta libertad es la condición esencial de aquello que los griegos la denominaron eudaimonía…
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Cada persona en las sociedades actuales, flanquea sus contornos esbozando “tener” tales o cuales necesidades, fundamentando que muchas veces su obrar, obedece a la defensa de éstas, y que cualquier circunstancia justificaría dicho obrar por muy cuestionable que fuese… Pero insisto en lo mismo, ¿la necesidad personal justifica alterar la realidad circunstancial para mejoramiento privado? Sólo la coalición y el desarrollo de la fuerza sobre otros para desabrocharse de la función mezquina del deseo, justificarían -a mi entender- el criterio de ese impulso más agresivo.
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¿No sería más razonable solucionar lo que incita a la satisfacción de lo inútil? ¿Por qué regresamos a la contradicción? ¿Acaso no acontecen a diario hechos que muestran el camino hacia la libertad, de manera pacífica? ¿Por qué el hombre resuelve adoptar la desviación? ¿De qué modo afecta el dolor la resolución sobre cómo se procede con respecto a los otros?
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No me cierra. No lo comprendo. Me cuesta.
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Si alguien viene a mi y me dice diversas cosas, yo decido creer o no. Yo administro la información que recibo, pero ¿Haré bien? ¿Evalúo con el recuerdo, con la experiencia traumática, desde la carencia? ¿Qué? ¿Cómo estoy juzgando? ¿Cómo lo hacen los demás? Si miro afuera, lo más probable es que me equivoque; si lo hago dentro del corazón, la respuesta es no. Pero ojo que no cualquiera sabe cómo mirar dentro del corazón. Quien lo hace a ciencia cierta es aquel que es verdaderamente, libre. O sea, quien ha roto con el deseo, con la expectativa, con la media tinta, quien ve lo que es sin disfraces, pues no requiere de la fantasía que nos anestesia y que sirve como catalizador de frustraciones e insatisfacciones varias.
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Y entonces, ahí resuena lo otro: la parte de atrás no va a definirme. Yo puedo alterar la consecuencia y los efectos perniciosos de tal o cual trauma. Puedo alterar incluso convicciones y desaprender, refugiarme en el ingenio, ampliar el horizonte identificando otras maneras de hacer/decir las cosas, no quedarme con la parte egoísta del deseo del cuerpo físico, sobre todo si en mi avanzar el trazado perjudica a otras personas solo para conseguir mi propia versión de goce o felicidad. Porque siempre puede elegirse quien se es, alguien que piensa más allá de lo situacional, del mero capricho, de aquello que puede creer es pero que está cubierto de las tradicionales capas de expectativa que después son trasladadas a otros lugares; reproche, disvalor, juzgamiento pretencioso, etc.
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Hay que hacerse cargo, y esa es la parte más difícil. 

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