"Escribir hasta soltar la muñeca..." D.D.Olmedo. Santiago, Providencia/18:03 En algún facción del domingo citadino.




"Escribir hasta soltar la muñeca..."
D.D.Olmedo.
Santiago, Providencia/18:03
En alguna facción del domingo citadino.-.............................................

Había olvidado lo espectacular que es tener una tarde completa para solo escribir en compañía de buena música... Y eso que a primera hora del día intentaron meterme un nuevo virus en la mente ("La psique es adicta, y siempre encuentra una nueva adicción para adormecer la consciencia"). No se me vieron los pies corriendo de aquellas palabras. Y es que me tomó un tiempo importante agarrar valor para sentarme nuevamente frente al computador. A mucha gente le aterra una botella de wiskey, a otros una enorme bandeja repleta de comida no saludable, a otros la barra con pesas en el gimnasio, a algunos un contacto en el celular, a otros la bolsa de yerba enterrada en el patio de la casa, e incluso a un montón de gente: la rabia que crece silenciosa dentro del corazón. A mi me complicaba muchísimo abrir este nuevo computador. No solo cambié el ordenador porque el otro era una pesadilla, lo cambié como quien cambia de piel y necesita un traje nuevo. Otro a la nueva medida de la nueva razón.

Y me aterraba este proceso porque a estas alturas de mi vida, me conozco un porcentaje razonable y sé cuan capaz soy de encerrarme durante días a escribir, como la más adicta de todas. Para mi escribir, es en mucho acallar el ruido interior, ese que está en contante zumbido y que saca de quicio, te orilla a extremos inexplicables y ultima obligando a tu cabeza que sintonice con cuestiones que solo pueden procesarse ahí dentro. Un caso. Un verdadero caso.

Según Paulina, la mejor terapeuta que haya tenido en harto rato, debo aprender a lidiar con los horarios, que es un tema de habito y que eso demora alrededor de veinte y tantos días. Y aunque ella está en desacuerdo con mi decisión de apurar el abandono de químicos estabilizadores del ánimo, sí me ha acompañado en el proceso de entender mis reacciones sin ellos, de dejar por completo las muletas. 

Si algunos toman como cosacos, yo me les equiparo, escribiendo. Esa es la verdad. Lo bueno es que el impacto de una y otra situación, es harto diferente, y he ahí la cosa buena que se vuelve incomparable como herramienta de auto cuidado.  

Para mi, tanto escribir como leer, son fundamentales, y me ayudan con mi padecimiento de ansiedad crónica, con mis tocs odiosos, con mis miedos nocturnos y con la cantidad de información que hay en mi cabeza y que durante períodos, me impide dormir decentemente como cualquier mortal. 

La gente lo conoce como VORACIDAD. Y en  términos generales, somos tildados de "Intensos", "Acontecidos", "Enrollados" "Hiperventilados" (por mencionar algunos conceptos populares) y se nos "ve mal" por haber sufrido casi toda una vida de síndrome de déficit atencional, acusándonos que solo somos guaguas lloronas que no supieron crecer de manera normal.

Por fortuna, las sociedades han avanzado harto en estos aspectos, y la gente diferente no es humillada como solía pasar en el tiempo de nuestros padres. En mi caso, me siento aliviada de no tener que ocultarme, de no andar esgrimiendo excusas por ser como soy, y de paso llenar cuadernos y cuadernos con todo lo que se me pasa por la cabeza, total, no paso a llevar a nadie con mis opiniones.

Hoy en día las personas con estos tipos de alteraciones de la personalidad, ya no son tildadas de enfermas (pero todavía somos raros) y lo significativo es que nosotros mismos ya nos vemos a nosotros mismos como seres humanos inválidos sino solo distintos si se nos impone compararnos con la mayoría...

Tengo recuerdos fastidiosos sobre cómo fui obligada a escribir con la mano derecha, o cómo se me impuso hacer los ejercicios de matemática de una forma determinada aunque contenta, explicaba que había llegado al resultado de otra forma... o a incorporarme a jugar cosas que detestaba porque me aburría como ostra... instancias en que se me privó de leer porque según los adultos de ese entonces, no eran lecturas apropiadas para mi edad, o las muchas formas en las que fui censurada por preguntar cuestiones que eran consideradas sucias o "pecaminosas". O sea, la barbarie misma. 

Y sin embargo, hayan hecho conmigo lo que se les haya antojado, no lograron doblegar mi espíritu. Sucedió justo todo lo contrario. Esa arbitrariedad reforzó el temperamento y me hizo instalar dentro de mi cabeza una compleja estrategia de resistencias. Sin el feliz hábito de escribir, jamás me hubiese salvado. Y eso me convirtió en una mujer alegremente, libre.

No somos niños caprichosos lloriqueando o clamando la fusión simbiotica perdida (en en mi caso, inexistente) y que por "consecuencia" experimentan sus relaciones humanas con un apego desmedido, todo lo contrario. Somos personas capaces de internalizar la vida de una manera sensible, emocionalmente más frágiles si se quiere, más involucrados en la profundidad de explorar los procesos sobre el ser, si se compara con otras personas que, baipasea o experimenta en modd robot... 

Escribir es un modo de abrirse paso ante las cuestiones que cuesta incorporar en la vida ordinaria de cada día, si se quiere, incluso, imprimirles algo de poesía, algo de sentido fino y hasta delicado cuando cuidamos la prosa y nos adentramos en pulir cada uso con una precisión máxima. En lo íntimo, he descubierto en estos años que en efecto, mis manos eran la de una escritora y eso me llena de sentido, un sentido muy personal que en nada se asocia al morbo de ser o no popular pues finalmente escribimos para nosotros mismos, para darle consistencia y estructura a cuestiones sueltas y amorfas que solo nosotros entendemos dentro de nuestra cabeza; como si se tratase de un rompecabezas en que todos los días, descubres la verdadera posición que ocupa cada pieza dentro de un plano. Así tal cual. De una en una.

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