Retirar las costras... D.D.Olmedo. Santiago, 01 de Septiembre/2019. A eso de las 19:30.



Retirar las costras...
D.D.Olmedo.
Santiago, 01 de Septiembre/2019.
A eso de las 19:30.-
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Siempre que leo una buena historia, me pasa que algún recuerdo se dispara en mi interior. Hoy fue el relato de alguien que ya no es más quien solía ser y sin embargo, tuvo la valentía de escrutarse a sí mismo delante de personas a las que no conoce, de un modo realmente digno; supongo que en el acto valiente de quien está decidido a dejarse atrás tal y como se conoció.

Los fines de semana que oigo música francesa, pasan cosas bien loquísimas, me vuelve la antigua idea sobre mis vidas pasadas y de las cuestiones que a uno van dándose vueltas adentro... y si por si acaso, alguien te roza con su propia experiencia, comienzan a caer migajas de aquello guardado en alguna parte, eso rodeado de costras en las que pusimos mucho empeño y que no volvemos a mirar por miedo a desmoronarnos. La historia de Ariel está llena de alcances universales y que, nos guste o no, registramos en la libreta personal, la que no mostramos de verdad a nadie pero que en el momento menos esperado, cae de nuestra mochila, haciendo ruido, en medio de mucha gente, justo cuando pensaste que estaba todo, más o menos resuelto.

Pero tal y como se lo oí a un sociólogo que más parecía psiquiatra, las emociones y los sentimientos son lo menos definitivo que hay y están sostenidas sobre débiles armatostes que con suerte, creen sostenerse a sí mismos, mientras el súper yo intenta convencer al resto que no le duele nada, y que está haciendo lo que le es propio; mantener la fiesta en paz. 

Una vez hice el mismo recorrido que solía hacer con Juan Pablo (similar al que describió fuijuanjose, en compañía de Nicolás), ya no tomada de su mano sino solo en compañía de una Ángela distinta, convencida de que la vida había sido justa con ambos, preguntándome para qué habíamos tenido que atravesar ese infierno si de todos modos no íbamos a acabar envejeciendo juntos... Y en la dimensión de una sinceridad cristalina, pude invitar a su recuerdo a participar del debate, entendiendo que era necesario contextualizar las circunstancias vividas, con la emocionalidad de aquel tiempo y sin los  recursos de que disponemos hacia el presente... Y fue como volver a oír sus risas, entender sus chistes raros, sus argumentos de abogado mateo y aplicado que acudía a una forma de decir las cosas que sólo, la asocio con él. 

Cuando uno lee por ahí que el tiempo es la única fórmula efectiva y disuasiva, es verdad. No sólo veo la enorme ruma de cuestiones que él debió soportar a consecuencia de mi irregular estado anímico (permanente), también me detengo a pensar en lo mucho que me amó, de esos amores fuertes y nobles. 

Sin embargo, esa misma distancia me permite razonar en el tiempo el por qué algunas personas no se quedan juntas, porque algunos grandes amores no están para eternizaciones... Juan Pablo era un sujeto que necesitaba ser padre, tanto como yo convertirme en escritora; él necesitaba sanar y comprender a través de la ejecución de una conducta específica, qué es serlo. Creo que vivenciarlo permitiría que el mismo sanase y entendiese el abandono del suyo. Nunca más interactué con él (admito haber stalkeado alguna fotografía por ahí años atrás) y a juzgar por los leves contornos a los que puede accederse en ese tipo de imágenes, intuyo que mal no le fue. No sé si yo hubiese podido ofrecerle algo de esa magnitud. No sé si él hubiese logrado rescatarme. Hoy entiendo que a las personas no se les salva. Es uno quien debe pedir ayuda o buscarla en personas que puedan brindártela de manera responsable.

Leer el relato de quien ahora es Ariel, atrajo a mis propios fantasmas, de los que casi nunca hablo, a los que de muchas maneras les quito el cuerpo pues sé que no es fácil meterse en esas áreas. Hay una parte de mi que en ciertas épocas, se auto convence de tenerlo completamente, superado. Pero luego, con un párrafo, con una caricia, con un beso descuidado, con el sonido de un timbre, con la letra de una canción, incluso, con algún enojo soterrado de alguien que nos castiga en la penumbra, sin que acabemos de entender qué ha pasado o si merecemos o no esa indiferencia... Entonces entiendo que todavía falta un poco más, aún necesito tiempo para atreverme a abrir esa caja negra. 

Por supuesto que dejé de estar enamorada hace décadas. Mi vida continuó tal y como se desarrolló la de él, pero no fue hasta hace poco (en terapia)que llegué a ver y procesar lo mucho que me había dañado esa experiencia. Sin embargo, de haber pasado 20 años de mi vida "rota", hoy lo miro desde afuera como quien se lesionó gravemente y ha debido aprender a convivir con las consecuencias de una fractura expuesta. No tengo ya la rabia exacerbada que solía tener y que me convirtió en una ogra... aunque todavía existe resabio al relacionarme con hombres. 

De cualquier forma, tomé la sana decisión de comenzar a hablarlo, leer este relato lleno de verdades develadas, lo traduzco en señal cósmica... Hey, oye, esa es la dirección correcta. Vas bien. 

Hace muy poco, estaba sentada en una plaza, y lloraba como no lo había hecho hace mucho. Había leído por ahí algo que me cayó como balde de agua fría, y en ese mismo instante entendí que por mucho que pasen los años, hay que hacerse cargo, hay que aprender a decirnos la verdad de las cosas, no la que usamos como puente mecano para poder dar precarios pasos y mantenernos a flote, sino de esas verdades importantes, esas que nos obligan a quitar las costras aun sabiendo que la herida quedará expuesta, que nos dolerá, y hay que hacerlo porque la vida es corta, porque el amor está en todas partes y esencialmente en uno. Y hay que caminar derecho. Demasiado tiempo torcidos no hace perder la perspectiva, impide mirar hacia el cielo y descubrir que está despejado.  
   

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